Elon Musk ordenó el cierre de la United States Agency for International
Development (USAid) por razones, en parte irrisorias. Afirmó que los marxistas
la tenían secuestrada. En realidad, se refirió al financiamiento de la
instancia estadounidense, fundada por el asesinado presidente de Estados
Unidos, John F. Kennedy, en 1961, a organizaciones de la llamada sociedad civil
y proyectos sobre diversidad sexual, apoyo alimenticio, y otros temas que se
alejan de lo que esencialmente ha hecho esta agencia: desestabilizar gobiernos
democráticos, financiar golpes de estado y minar la democracia y el
progresismo. Para la extrema derecha y el fascismo, cualquier proyecto que
apoye el “desarrollo” que se salga de las normas patriarcales, la
heteronormatividad y la dominación machista, misógina, es un atentado.
Pero lo que no se comenta en ese cierre, es que muchos de esos proyectos
alternativos que apoyan los derechos de los otros son el parapeto de una
agencia que esencialmente promueve el golpismo. Su historia en América Latina
es esencial para entender la injerencia y el intervencionismo de Estados
Unidos. El cierre de la agencia responde a la agenda política externa de Donald
Trump, quien busca minar a los gobiernos democráticos y los movimientos
sociales progresistas. Al Trumpismo le interesa dejar fuera a quienes
aparentemente cuestionan, tanto al patriarcado dominante como al capitalismo en
general, lo cual no tiene sustento. Si bien, el neoliberalismo, al vaciar al
Estado de bienestar y fomentar la proliferación de ONG y OSC que, con apoyos
gubernamentales, se hicieran cargo de los derechos proscritos por los Estados
neoliberales, pretendió construir un orden alterno a las obligaciones y
funciones del Estado, no logró encaminar el proceso civilizatorio, el que hoy
está en crisis y evidencia la profunda crisis del capitalismo.
La USAid tendrá su continuidad cuando sus financiados garanticen que
están por derrocar gobiernos democráticos, no por financiar proyectos que minen
al patriarcado, menos al capitalismo salvaje. En Estados Unidos, la batalla legal
de los empleados de la agencia que fueron despedidos, apenas comienza. Están
también luchando los empleados federales en general. Pero es interesante
observar a los recién desheredados del financiamiento estadounidense. Cientos,
sino es que miles de ONG y OSC, tendrán que cerrar o buscar apoyos de otros
tipos para seguir con su trabajo. En México, deja organizaciones, periodistas,
investigadores, activistas, en el desamparo. También, muchos directivos de esas
instancias tendrán que buscar cómo compensar sus onerosos y generosos sueldos
que se auto otorgaban, mientras que los empleados y supuestos sujetos que
tutelaban recibían migajas.
Durante el neoliberalismo, cientos de estas organizaciones surgieron
como hongos. Algunas realmente importantes por lo que hacían y a quienes
representaban, pero otras con intereses golpistas. Unas decían luchar contra la
corrupción, otras por la competitividad y la innovación, otras por la
transparencia, etc., pero en realidad representan el injerencismo e
intervencionismo de gobiernos y organismos extranjeros. La USAid financiaba a
muchas de estas ONG y OSC, con la finalidad de minar a los movimientos sociales
y gobiernos progresistas. Es el caso de México. El expresidente AMLO, en
reiteradas ocasiones denunció el financiamiento estadounidense a instancias que
no promovían la democracia y el desarrollo, sino que se dedicaban a golpear al
gobierno mexicano.
Por supuesto que el cierre, temporal a todas luces, para “limpiar” de “marxistas”
y proyectos a favor de la diversidad sexual, no implica que la injerencia e
intervención de Estados Unidos allende sus fronteras cese. Más bien se trata de
redireccionar los objetivos de esa agencia –y otras- para que los dólares fluyan
para intentos golpistas, Lawfare y desbarrancar movimientos sociales y
gobiernos progresistas. Es el realineamiento de la geopolítica estadounidense
en la era Trump.
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