En este “tiempo de mujeres”, el cuestionamiento al macho patriarcal es
continuo y preciso, pero da sus coletazos para regularmente salir impune, al
menos mediáticamente. Es tan poderosa la frase de la presidenta de México, que
la derecha mexicana, con hombres y mujeres en la arena política, hace de su
odio y diatriba una narrativa de la misoginia. Las conferencias presidenciales,
la comentocracia de la prensa corporativa, algunos reporteros y las redes
sociales son el gran ejemplo. En los medios corporativos se suele repetir, como
mantra, que “al poder se le revisa”, pero es una simple muletilla golpista,
porque los medios son parte de los poderes fácticos y también requieren
revisión. Asimismo, comentócratas, locutores de pacotilla, lectores de
noticias, opinadores, “analistas” en sus pomposas mesas, revisan al Poder Ejecutivo,
pero no al Poder Judicial, fuente actual de actos ilegales, golpista,
torcimiento de la ley, violación de la Constitución. Es la narrativa de los
poderes facticos que se dicen agraviados, porque ya no se les financia de
manera, más que generosa, como en los tiempos del PRIAN.
Con todo, el “agravio” no es la única motivación del odio y desprecio al
expresidente AMLO y a la presidenta, Claudia Sheinbaum; es solo el pretexto de
privilegios perdidos, corrupción, saqueo y desmantelamiento, demasiado lento,
de un modelo económico que fue impuesto por un grupúsculo de tecnócratas
corruptos, vinculados a narcos y delincuentes, que pretendía obsequiar –ni siquiera
vender- el país a la oligarquía parásita mexicana y la oligarquía globalista. En
el caso de AMLO, el exmandatario sigue siendo objeto de ataques y calumnias sin
cesar. El periodismo de Carmen Aristegui y Anabel Hernández -@AristeguiOnline-,
se han convertido en diatriba. Antes que informar, intentan fijar una narrativa
sobre los supuestos vínculos de AMLO con el narco, a través del pretendido financiamiento
de su campaña electoral en 2006. En el caso de la presidenta de México, antes y
durante su carrera por la presidencia de México, la derecha y sus “periodistas”,
iniciaron una maniobra en la que, no solo se buscó involucrar a la entonces
candidata con el narco, sino también fue aderezada con una narrativa misógina,
machista y patriarcal, que, en lugar de detenerla, le dio más fuerza.
En las “mañaneras del pueblo”, los reporteros de los medios corporativos
(Dalila Escobar, entre otros) o enviados por políticos del casi extinto PRI
(Reyna Haydee Ramírez, por ejemplo), no ejercen el oficio periodístico, sino
que se comportan como cabilderos, voceros de la oposición y expresan un odio y
desprecio contra la mandataria mexicana, que asustaría hasta el macho más
envalentonado. Sin embargo, la templanza y seguridad de la presidenta de México
la ha llevado a buen puerto, exhibiendo a esos reporteros/as y sus medios corporativos
golpistas. No se trata de defender a rajatabla a Claudia Sheinbaum, pero si
evidenciar que el periodismo corporativo se ha convertido en la principal fue
de un machismo patriarcal exacerbado. Postura de la que participan
reporteros/as, comentócratas, analistas, locutores, lectores de noticias. El periodismo
delirante, así le llamé en otro escrito, no informa, pero sí tergiversa y
miente. Esta semana, el delirio de Anabel Hernández con @AristeguiOnline,
alcanzó el paroxismo. Sin prueba, solamente dichos de agentes de algunas
agencias antidrogas y de espionaje de Estados Unidos, sostiene los supuestos
vínculos de la presidenta de México con el narco. Ya Jesús García, periodista mexico-americano
de La Opinión de Los Ángeles, Cal.,
filtrar información de los arreglos en los que está envuelto el Mayo Zambada
con el Departamento de Estado, implicaría violar el debido proceso. Las fuentes
de Anabel Hernández mienten, y esta “periodista” desconoce el sistema judicial
estadounidense. Algo similar sucedió con el juicio del narco Genaro García
Luna, quien, por medio de su leguleyo, pretendió relacionar a AMLO con el
narco. El delirio periodístico en México, alcanza actualmente niveles de
escándalo, corrupción y misoginia insoportables.
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