Arriba la sociedad mundial a un 8 de marzo, día en el que se conmemora
el Día Internacional de la Mujer, fecha que el patriarcado oficial ha
pretendido normalizar como una “celebración”, cuando históricamente fue un día
trágico en el que el patriarcado capitalista asesinó a varias mujeres.
Asimismo, es un 8 de marzo en el que los fascismos, tanto en Estados Unidos y
Europa, como en Argentina, amenazan los derechos, no solo de las mujeres, pero
particularmente contra ellas, de todos los ciudadanos. En México, la derecha
opositora, sigue pretendiendo normalizar su misoginia y desprecio contra la
presidenta de México, intentando pasar su odio político e ideológico contra una
mujer que es reconocida, no solo en nuestro país sino en todo el mundo, como
“opinión”, una narrativa que, en realidad, los representa muy bien.
Según la ONU, una mujer es asesinada cada diez minutos por un familiar,
además de que muchas niñas, adolescentes y mujeres, son abusadas en el núcleo
familiar. Leí con atención y dolor, estupefacto, el testimonio de la escritora
y poeta Julia Santibáñez, quien le dice a su abusador –y lo llama por su
nombre- todo lo que sufrió en silencio. Era uno de sus hermanos. Era una niña
cuando sucedió. Es desgarrador. Las mujeres, por su vulnerabilidad y por la
manera en la que la familia patriarcal y el machismo de hombres y mujeres las
educan, sufren múltiples abusos en sus vidas cotidianas en la familia. Conozco
varios casos que jamás fueron denunciados. Algunos hombres también hemos sido
abusados en la familia, pero no hablaré de mi o de otros casos, en momentos en
los que los hombres deberían de asumir su responsabilidad por el maltrato y
abuso contra las mujeres. Por ejemplo, los deudores de pensiones, es una forma
de violencia contra las mujeres.
Pero es importante detenernos, no solo en las violencias contra las
mujeres, sino también cómo algunas mujeres y hombres ejercen su cotidiano
dominio arremetiendo en contra de las mujeres, niñas y adolescentes. No se si
las violencias en contra de las mujeres hayan escalado; creo que va en dos
rutas. Por un lado, se han incrementado las denuncias y la visibilidad, y por
el otro, tenemos más evidencias de violencias que siempre han estado ahí, y no
eran reveladas. Se guardaban como secretos de familia, secretos que el
patriarcado, vía las propias mujeres, en muchos casos, se silenciaban, por el
supuesto “bien” de padres, madres, hermanos, hermanas. La revelación de Julia
Santibáñez nombra esa violencia, el abuso patriarcal. Ocultó la agresión que
sufrió por su madre, quien de seguro no hubiese soportado saber que uno de sus
hijos, un hermano de la escritora, fue el perpetrador de una atroz violencia.
Asimismo, es importante visibilizar la postura de algunas feministas
mexicanas que afirman que, a contrapelo de lo que la presidenta de México
afirma, no todas llegaron con ella. Es válido, pero igualmente es necesario
reconocer que la primera mujer que ocupa el Poder Ejecutivo en México, está
comprometida con todas y todos. Mal haría Claudia Sheinbaum en hacer un
gobierno nada más para un sector de la población mexicana. Si bien, las mujeres
no reciben toda la atención del gobierno de la 4T, es porque gobierna un país
de 130 millones de mexicanos y mexicanas, estructurado en clases sociales y
atravesado por violencias de todo tipo. El feminicidio es uno de los asuntos
que sigue pendiente, pero prevenirlo requiere también de la familia mexicana,
no solo del gobierno de la primera mujer presidenta. El bullying que azota
todos los niveles educativos del país, no nada más tiene que ser atendido por
el Estado mexicano. Las familias y las clases sociales mexicanas tienen que
tomar cartas en el asunto. Un padre o una madre que saben que su hijo o hija son
acosados en la escuela, debe confrontar a las autoridades educativas,
visibilizar el problema, no aconsejarle a sus hijas o hijos que golpeen al
acosador o acosadora. La igualdad será o no será. Este 8M es fundamental para
avanzar en la igualdad entre mujeres y hombres.
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