En el contexto del ataque del Estado sionista de Israel a Irán, en
Estados Unidos el polvorín sigue extendiéndose. Donald Trump pretendió, con un
desfile militar el día de su cumpleaños, levantar otra cortina de humo para
cubrir el caos y el desastre que sigue provocando con sus políticas, tanto
externas como internas. Pero el movimiento “No kings” (nokings.org), mostró tal
músculo en muchas ciudades del país del norte, que opacó la exhibición del
poderío militar estadounidense, el cual incluyó que los niños tuvieran acceso a
armas tan poderosas de diverso tipo. Es decir, la enmienda constitucional que
permite la portación de armas en Estados Unidos, fue llevada al extremo –extremismo
derechista y fascista- de involucrar, en el imaginario infantil, que las armas
son parte de una vida infantil y adulta que no importan los muertos cotidianos,
los ataques en las escuelas por parte de niños y adolescentes que siegan las
vidas de sus propios compañeros de clase, juegos y vecindad.
Sin duda, es la esencia del llamado “sueño americano”. No es el trabajo
orientado por la ética protestante (Max Weber), sino por una lucha cercana al
darwinismo social, en la que el dinero, el clasismo, el desprecio al otro, el racismo,
la discriminación prevalecen. Las marchas “No kings”, dieron cuenta también que
el odio racista, producto de una histórica racialización perversa de la
población estadounidense, conduce, tanto las políticas de Donald Trump como las
de sus seguidores, unos organizados en torno a MAGA y otros de manera
individual. La concepción de las supuestas razas nació en Europa, pero en
Estados Unidos fue adoptada de manera extrema. Los “científicos” blancos
incluso inventaron la llamada eugenesia, la que pretendía demostrar esa
supuesta superioridad racial, en la que los blancos, particularmente los WASP,
son superiores respecto a otras “razas”. A nadie debe extrañar la racialización
extrema de las diversas poblaciones que viven en el país del norte.
Diversos estudios históricos han demostrado que el huevo de la serpiente
nazi, fue alimentado, primordialmente por las concepciones racistas extremistas
de los WASP estadounidenses. La pregunta sobre qué fue primero, el huevo o la
gallina, tiene su respuesta en un nazismo que retomó el “sueño americano”
racista y racial, para estructurar parte de sus políticas internas y externas. Por
un lado, Hitler exaltó una supuesta e inexistente “raza teutona”, la que
históricamente jamás existió porque la antigua Germania se conformó a partir de
una serie de grupos étnicos sajones que, incluso, lucharon en contra del imperio
romano, pero que se rindieron a las pretensiones imperialistas de Carlomagno,
el rey de todos los francos, quien le impuso a muchos grupos germánicos la fe
católica que heredó del destruido imperio romano. Estados Unidos, vive hoy de
una realidad extrema. Los estadounidenses WASP, reclaman el retorno a un país
idílico que solo existe en sus mentes, pero que hallaron en Trump a su líder.
La explosiva combinación de las ideas caducas de los WASP, quienes
acusan a los inmigrantes, la mayoría morenos, de origen latino, de destruir su
sociedad y tomar sus empleos, trabajos a los que no están dispuestos a dedicarse,
no solo por la baja paga, lo extenuante que resultan y muy alejados de sus
idílicos “sueños americanos” –trabajadores agrícolas, lavaplatos, meseros,
limpiadores en hoteles, jardineros y otros similares-, y las políticas raciales,
racistas y de odio de Trump, no parece que llegarán a buen puerto. Agricultores,
hoteleros y otros empresarios, ya le exigieron al racista Trump detener las
incursiones de ICE, la Guardia Nacional, el FBI y otras agencias represoras del
aparato estadounidense, porque si siguen deteniendo inmigrantes de esos sectores,
la economía estadounidense seguirá cayéndose, complicando peor la vida de los
WASP y de todos los ciudadanos del país del norte. Donald Trump y los WASP de
MAGA no la tienen fácil, aunque cuatro años serán extenuantes para todos.
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