Para la derecha mexicana, en el 2000 México transitó a la democracia
cuando el mediocre Vicente Fox ganó en las urnas, pero se perdió en la realidad
política mexicana, al encaramarse en la vorágine corrupta y saqueadora del PRI.
Es obvio que, si el gris Fox se hundió en la corrupción, incompetenciTa,
violencia, saqueo priista, no fue involuntariamente. Sus hijastros no se
enriquecieron por la demencia de un gerente de 5a de la venenosa Coca-Cola,
sino porque el expresidente supo y alentó la corrupción y el saqueo. Asimismo,
el gobierno de Fox es el precedente central del narcoestado que intentó llevar
a buen puerto el asesino Felipe Calderón del PAN, interrumpido por la “alternancia”
que el PRIAN impuso por medio de un fraude electoral en 2012 con Enrique Peña
Nieto. No es que el narcoestado se haya diluido con el fraude priista. Fue ocultado,
mientras el gobierno peñanietista habría el gobierno y el Estado mexicano al
saqueo, la corrupción, la impunidad, la complicidad, en la que participaron
entusiastamente los medios corporativos, grupos empresariales, periodistas,
políticos del PRIAN, funcionarios públicos, entre otros actores sexenales.
Transición, alternancia, han sido dos términos –sin duda no llegan a
conceptos, menos a categorías científicas- que la intelectualidad y la academia
derechistas blandieron a partir del 2000 en sus sesudos “análisis”, artículos,
libros y otras publicaciones que inundaron revistas, prensa escrita y casas
editoriales. Inició entonces la “transición”, interrumpida en 2018 y 2024, con
el triunfo de AMLO, Claudia Sheinbaum, Morena y la 4T, porque según los
transitólogos y alternantes de la derecha mexicana, el progresismo no solo es
una anomalía, pues interrumpió las bondades del neoliberalismo como pensamiento
único y política económica “modernizadora”. También, les dio a las mayorías una
importancia central en la democracia, mientras las elites fueron marginadas del
poder político. Es decir, la intelectualidad, los académicos, los comentócratas
de la prensa impresa, digital, televisiva y radiofónica, fueron marginados y
expulsados del paraíso del presupuesto público.
Los transitólogos neoliberales intentaron construir, durante los
sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, un paradigma
para explicar que esos gobiernos caminaban, no al cambio, sino al tránsito y la
alternancia partidista y gubernamental, en el contexto de un modelo económico
que, económica y políticamente, marginaba a millones de mexicanos, mientras las
elites se consolidaban con el saqueo a los bienes públicos. Datos mexicanos
oficiales y de otras fuentes –Oxfam, por ejemplo- confirman que el neoliberalismo
concentraba la riqueza en unos pocos y hundía en la pobreza a millones, además
de exaltar al individualismo como fuente personal de cambio y aspiracionismo,
aunque violentaran a otros mexicanos para conseguir sus fines. Estos es lo que
los transitólogos y alternólogos celebraban. Incluso aplaudieron al PRD cuando
se plegó a las corruptelas del PRIAN al firmar el llamado pacto por México,
además de ignorar la guerra que el narco Felipe Calderón había emprendido en
contra de los mexicanos.
No hay duda de que los transitólogos neoliberales derechistas en México,
intentaron modelar, política e ideológicamente, con el entusiasmo de la
intelectualidad y muchos académicos incrustados en las universidades públicas y
privadas, muchos financiados con fondos públicos para inventar la “transición
mexicana”, el paso de un México dominado por un partido político único al bipartidismo
del PRIAN. Pero lo que perdieron en su camino “teórico” es que millones de
mexicanos se percataron de que el PRIAN era lo mismo. Vicente Fox, al
mimetizarse con la corrupción y el saqueo, no transitó a nada. Felipe Calderón
solo pretendió dar continuidad al narcogobierno que le precedió, dejando su
huella personal: asesinar mexicanos por doquier. Y Enrique Peña Nieto hizo del
saqueo y la corrupción la cúspide de la transición.
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