Un joven blanco disparó el rifle que le arrebató la vida al fascista
Charlie Kirk. Ni izquierdista, ni negro, ni hispano, ni gay. Según la
información surgida después de su captura, en realidad entrega por su propio
padre blanco, el joven repelía la narrativa del ultraderechista, quien
banalizaba los asesinatos masivos, además de celebrar que los estadounidenses
blancos tengan acceso a todo tipo de armas, cuando fue alcanzado por una bala
de un fusil de asalto. Su asesino es parte de ese Estados Unidos WASP. Kirk pretendía,
como Trump respecto al papel del imperio en el mundo, poner a los blancos por
encima de cualquier otro habitante de ese país. Buscaba que los humanos no
blancos fueran expulsados de Estados Unidos. En su delirio fascista, creía que
los inmigrantes blancos tenían el “derecho” a ese país, mientras los demás eran
invasores. Incluso, intentaba “limpiar” la sangre blanca de toda “contaminación”,
una de las quimeras Trumpistas.
Señalar que el asesino es un hombre blanco, conservador, aunque
rechazaba la retórica de Kirk, no es ocioso. Donald Trump cree que todo lo malo
y perverso viene de la izquierda o de los inmigrantes no blancos, o de los
afroamericanos. Pero Tyler Robinson no es izquierdista, es un blanco
conservador. Hay cuestionamientos adversos de la izquierda buenaondita mexicana
a la idea de que Charlie Kirk fue devorado por su propio odio. Señala que Kirk
tenía derecho a decir lo que quisiera. Sí, pero nunca se responsabilizó del
odio que generaba. Sus posturas en contra del aborto, la población LGBT+ y los
mexicanos, eran parte de su discurso de odio, no simples “opiniones”. Es fácil
argumentar que lo que se diga es parte de nuestro derecho a decir lo que sea,
pero es importante hacerse responsable de esos dichos, sobre todo porque cuando
el odio es fundamento de lo que se diga, es evidente.
Ahora bien, Tyler Robinson hizo un disparo preciso desde una lejana
azotea, usando un rifle de asalto que los estadounidenses pueden comprar, no
solo en cualquier armería y tienda de la esquina, sino incluso en Wal-Mart. Charlie
Kirk defendía con ahínco el derecho de los estadounidenses a tener armas. Hasta
justificó las muertes de “algunos”, con la finalidad de “preservar” la enmienda
constitucional que permite tener armas. Robinson no fue un improvisado. Al parecer
estaba muy bien entrenado. Para llevar su rifle de asalto a esa azotea, sin que
llamara la atención, lo traslado desmontado; en la azotea, tuvo que ensamblarlo
para hacer ese tiro de precisión. Lo que muestra que Robinson actuó con
alevosía y ventaja, como se dice en México. Fue un asesino entrenado –muy bien
entrenado- y de sangre fría. Podrá la prensa de Estados Unidos argumentar que
el odio contra Kirk lo condujo a hacer el disparo, pero en realidad hay un
contexto en el que este joven, hijo de un republicano, se crió.
El conservadurismo estadounidense, en realidad la ultraderecha que
alcanza tintes fascistas, aunque a la izquierda buenaondita mexicana no le
guste mucho el mote de fascistas, está socavando la sociedad estadounidense, en
muchos sentidos. No solo ideológica y políticamente, sino presionando para que
los derechos de mujeres y hombres sean enterrados. Pero el asesinato de Kirk,
no beneficia a los acusados por Trump, sino a la misma derecha. El gobernador
republicano de Utah dijo, al anunciar que el asesino de Kirk había sido
detenido, que lamentaba que no fuera un extranjero –hispano, negro, gay- el asesino.
Fue el hijo de un republicano. Esta situación será pronto reciclada por la
derecha y la ultraderecha de Estados Unidos. Por ejemplo, al otorgarle una
medalla post mortem a Kirk, Donald Trump lo ha hecho un mártir de un movimiento
que socava la sociedad estadounidense. No se trata nada más de “polarización”,
sino de que los blancos sean el centro de ese país, aunque implique
deshumanizar al otro. Los blancos estadounidenses no son los únicos humanos.
Kirk sembraba la idea de que los blancos eran –son- los únicos que deberían
estar en el país del norte. Los demás –negros, hispanos, asiáticos, indígenas
originarios, etc.- son invasores de su país blanco.
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