Según el grandilocuente y despreciativo discurso de Donald Trump en la
ONU, él ha detenido 7 guerras en los pocos meses de su segundo mandato, por lo
que exige que se le otorgue el Nobel de la paz, pero la guerra Ucrania-Rusia y
el genocidio en Gaza, no han parado. Entre chantajes y complicidades, Trump no
ha hecho nada por la paz del mundo, además de que la industria militar de su
país sigue produciendo armas y vendiéndoselas al Estado sionista de Israel y a
Ucrania. La llamada “guerra de los 12 días”, fue una farsa orquestada por
Estados Unidos y el Estado sionista de Israel. Fue, como con el genocidio en Gaza,
un ataque oportunista de Israel contra Irán. Y podríamos revisar los conflictos
Egipto-Etiopía, Camboya-Tailandia, Serbia-Kosovo, República Democrática del
Congo-Ruanda, Pakistán-India, Armenia-Azerbaiyan, en los que Trump no ha hecho
nada. En todos estos casos, o no se han resuelto o hay avances, sin que Trump
haya hecho algo por la paz.
En realidad, Donald Trump debería mirar al interior de su país, en donde
la guerra en contra de los migrantes arrecia. Pero la guerra arancelaria que
sigue imponiendo, seguirá golpeando, incluso a sus bases de MAGA. Sus dichos en
la ONU sobre la supuesta mejoría de la economía en Estados Unidos, son mentira.
Millones de blancos no la están pasando bien, además de que los ataques de los
blancos en contra de migrantes o de otros blancos, están a la orden del día. El
reciente ataque a una sede del ICE en Dallas, Texas, aunque Trump lo convierta
en una supuesta campaña en contra de los agentes que cotidianamente ejercen
violencia en contra de los inmigrantes, fue perpetrado por un blanco, no por un
personaje de otro origen. El gobierno de Trump ha llevado al extremo la racialización
de la sociedad estadounidense, pero en realidad está exacerbando el conflicto
de clases. Las razas son solo el parapeto del supremacismo blanco y el
desprecio en contra de otros grupos sociales. Es la lucha de clases.
La ceremonia luctuosa por el asesinato de Charlie Kirk, fue convertido
por Trump en un espectáculo mediático. Fue una forma de carroñería
institucional. Declararlo su mártir, es un simple uso oportunista y cínico de
un asesinato. Si en México el pentecostalismo, antecedente de la iglesia de la
Luz del Mundo, cuyos líderes pretenden justificar la depredación sexual, en
Estados Unidos, con Donald Trump, las iglesias pentecostales que
abrumadoramente lo apoyan, hacen lo que mejor han hecho durante décadas:
explotar lamentables hechos para consolidar su poder sobre una parte de la
sociedad que justificaría cualquier situación. La que sea. Charlie Kirk, muy
ligado al cristianismo pentecostal, usó su fe para justificar racismo y odio en
contra de los no blancos. Por supuesto, Kirk no merecía morir como murió, pero su
extremismo ideológico-político tocó a muchos que lo repelieron. Y,
desafortunadamente, nunca se hizo responsable de su odio. Al contrario, Trump
lo está elevando a normalidad. Es “normal” que los blancos odien a los otros.
El odio que Kirk escaló al extremo, golpeó a todos. Los derechos humanos
eran su gran objetivo, pero no a favorecerlos, sino a conculcarlos y
despreciarlos de manera cínica y abierta. En contra de los afroamericanos,
latinos, mujeres y demás grupos vulnerables, emprendió campañas feroces, las
que finalmente lo alcanzaron. El odio de Kirk era enfermizo, patológico. Fue un
hombre que se negaba a entender la realidad. Podríamos cuestionar si
mentalmente tenía problemas, pero ante la coherencia de su odio, porque el
desprecio en contra de las minorías afroamericanas y latinas, además de las
mujeres que intentaran ejercer sus derechos reproductivos, estaban bien
articulados, no podemos suponer que era como la esquizofrenia de Trump. Al contrario,
Kirk era, en su fascista, coherente. Su odio tenía objetivos y grupos
concretos. Que su viuda haya “perdonado” a su asesino y Trump haya dicho que él
odia a quienes no están con él, es redundante. Es donde nace el odio, aunque su
viuda “perdone”. Kirk fue asesinado por su rampante odio.
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