Hace muchos años, comenté con un gran amigo, quien desafortunadamente
falleció de manera repentina, porqué muchos hombres estaban enojados. Este amigo
respondió que esos hombres estaban perdiendo algo. Efectivamente, muchos
hombres se están refugiando en el patriarcado tóxico que los lleva a acrecentar
su misoginia y desprecio en contra de otros hombres. Retomo el caso de Lex Ashton,
quien, atrapado en la llamada trampa Incel –hombres que “voluntariamente” se aíslan,
porque parecen impedidos de entablar relaciones saludables con mujeres-,
asesinó a puñaladas a un compañero en un CCH de la UNAM. Después de asesinar a
un joven que estaba con su novia, intentó suicidarse, pero solo consiguió
romperse sus dos piernas al aventarse de la azotea de un edificio.
El lamentable hecho ha puesto en entredicho a algunos sectores masculinos,
los que, al parecer, se han incrustado en grupos en Internet que alientan sus
odios en contra de las mujeres y otros hombres. Lex Ashton, antes de perpetrar
su crimen afirmó que nada tenía, pero que no se “iría” solo, además de anunciar
que los medios replicarían su “hazaña”. Es decir, planeó el asesinato de un
compañero, haciendo de su miserable vida un caso mediático. Las masculinidades
tóxicas siempre han existido, pero la Web es actualmente un escaparate extraordinario
para alimentar la misoginia, además que estos grupos traspasan fronteras y se
hacen de seguidores en cualquier parte del mundo. La serie de Netflix, Adolescencia,
describe la situación de un joven de 13 años, quien es arrestado en el Reino
Unido por asesinar a una compañera de la escuela.
Adolescencia, muestra el dolor de ser adolescente y la misoginia por no
ser siquiera mirado por una compañera. En el caso de Lex Ashton, un joven de 19
años, quien será juzgado como adulto por homicidio, da cuenta del dolor de
crecer con odios soterrados en contra de otros hombres a quienes juzga “exitosos”,
y a mujeres que al parecer no les interesaba. El problema con estos grupos de
Internet en los que se alimenta la masculinidad tóxica, no es solo que se hacen
de adeptos en todos lados del mundo, sino que celebran las conductas que estos
hombres actúan. No es nada más que rumien sus odios con otros hombres
parecidos, sino que los aplauden. Según notas periodísticas, ocurrido el hecho
en la CDMX, los miembros de estos sitios lo celebraron.
La prensa da cuenta casi a diario de formas “nuevas” cada vez más
frecuentes de relacionarse entre hombres y mujeres. Por ejemplo, el caso de “juntos
pero separados”; una relación heterosexual en la que se forman parejas que no comparten
un espacio, sino un nebuloso vínculo a la distancia. Donde vivo hay un ejemplo
que, en su momento, me impactó. Esta “pareja” hoy tiene una hija, pero al
parecer la relación es cada vez más distante. U otras relaciones en las que la
mujer solo llega a tener sexo con el amigo, pero no hay ningún tipo de
compromiso, aunque públicamente se coman a besos. Donde vivo tengo un ejemplo. Al
parecer, mi fraccionamiento privado, está poblado por relaciones que, según la
prensa, solo se “ven” en Europa y Estados Unidos.
No es extraño que las personas heterosexuales se relacionen de
determinado modo, lo que rompe con las formas tradicionales de hacerlo. Quizás lo
más negativo es cuando estas relaciones alimentan las masculinidades tóxicas,
las que no toleran que haya situaciones en las que las mujeres rechacen a los hombres,
por diversidad de motivos. Y también que haya hombres que depositan su odio, no
solo en las mujeres, sino también en otros hombres. Como es el caso de Lex
Ashton, quien, para su infortunio, no se fue con su víctima, y será juzgado por
homicidio. Pero el problema de las masculinidades tóxicas, es alimentar a un
sector cuyo dolor no parece tener sanación. El patriarcado no solo establece
normas en las que las mujeres tienen mucho que perder, sino también cuestiona a
los hombres que no cumplen con el papel que se les impone. Es el gran dolor de
la masculinidad tóxica. Creen que si las mujeres no los miran, el dolor los
consume. Toxicidad.
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