lunes, 13 de octubre de 2025

“Solo una madre podría amarte”

 

Es la sentencia final de la serie Monsters de Neteflix, en el capítulo de Ed Gein, un asesino “serial”, como abundan en Estados Unidos, el país que pretende que los asesinos están afuera. Alguien dice, es aterradora, terrífica, desde el punto de vista de este escribano es sórdida, perversa, realmente enfermiza. Ed Gein, quien fue conocido como el carnicero de Plainfield, Wisconsin, no parece haber asesinado a más de tres o cuatro personas –incluido su hermano y otras dos o tres amantes-, pero se le recluyó en un hospital psiquiátrico, hasta que murió en 1984, representa muy bien a esa sociedad blanca estadounidense. Lejos de todo prejuicio, son tantas las historias de asesinos seriales en el país del norte, que la de el sr. Gein parece una fantasía más de Netflix.

No se trata de negar que los asesinos seriales pululen por todo el orbe. Se sabe de ellos en Brasil, España, México, pero sus circunstancias son diferentes. Al parecer, tenemos más información de los asesinos seriales en Estados Unidos, pero igual en Francia, España o América Latina, los asesinatos suceden. Pero, lo interesante de estas series, insanas de algún modo, es que exhiben al país del norte en sus raíces. Son blancos, heterosexuales, los que se ensañan en contra de las mujeres. No hay, por supuesto, ninguna marca genética, solo trayectorias de vida rurales, en particular, que sobresalen por sobre otros sucesos. Recordemos el caso que Truman Copote registra en uno de sus icónicos libros A sangre fría, en donde investigó y narró el asesinato de una familia blanca en Holcomb, Kansas.

Es preciso decir: ni los blancos, negros, indios, mestizos, etc. son asesinos seriales, tampoco los de un país en específico. El hecho es que los estadounidenses, en aras de una supuesta libertad de expresión, reconstruyen y divulgan, muy buenas interpretaciones actorales y directrices, pero en América Latina resultan, buenas piezas documentales, ganadoras de Golden Globe, Emmys, Oscar, pero solo exhiben sus carencias blancas. Los asesinatos seriales estremecen a las sociedades, pero, acorde con Netflix, son más documentables entre las sociedades blancas como en Estados Unidos, Gran Bretaña u otros países europeos. Lo interesante de este episodio de Monsters, es cuando la madre de Gein le dice: “solo una madre podría amarte”. Es decir, su madre sabía que había criado un hijo con una perversidad evidente. Cuando lo encuentra usando sus bragas y sostenes, lo único que alcanza a decirle es que parara de hacerlo.

Gein no se detiene. Cuando su madre fallece, en la serie producto de un paro cardiaco al reclamarle a un rentista de sus tierras el importe, busca revivirla robando cadáveres, con las que tiene sexo. Necrofilia, dirán los expertos. El problema con el monstruo es que no se detiene y sigue una ruta perversa con otras mujeres. Hay algunas escenas sin explicación. Por ejemplo, cuando asesina a una mujer propietaria de un bar. No he logrado desentrañar esa situación. Pero, por lo demás, todo parece ser parte de la vida de un hombre que fue diagnosticado con esquizofrenia, la cual nunca fue tratada en su momento. Su madre, como en cualquier contexto, rural o urbano, estadounidense o de cualquier país, asumió que el hijo estaba “mal”. Por eso le prohibió no aparearse con una mujer para reproducirse. Sabía que era peligroso.

La historia de Netflix está bien interpretada con muy buenos actores. A quien hace de madre de Gein, la he visto en otras series y siempre ha sido extraordinaria en sus interpretaciones. La serie Monsters, se fortalece con este capítulo. Cuidado, bien hecho, con buenos actores –el actor que interpreta a Gein, convence con ese cinismo perverso- y una gran producción. Los monstruos están en todos lados. Los asesinos seriales solo reflejan la perversión y el desafío a una realidad que los tiene, pero que no sabe qué hacer con ellos. Las torceduras de la mente son reales. Las torceduras de la realidad a veces tienen que ver con el fascismo y la ultraderecha. Adolf Hitler, Benjamín Netanyahu, no son casualidades. Son parte de ese mundo enfermizo fuera de Netflix.

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