miércoles, 30 de junio de 2010

Infierno federal

Las últimas declaraciones del secretario de Gobernación, insensibles y acusatorias, contra los medios de comunicación, particularmente los que no se oficializan, y las comisiones y organizaciones de derechos humanos, por no ser cómplices del abuso al fragor de la guerrita contra el narco, me llevaron a tomar prestada la cabeza de esta nota.
“Infierno federal”, es una frase pronunciada en otro contexto, que tomé prestada de la columna del periodista Federico La Mont; me pareció acertada para pensar, tanto las declaraciones comentadas como la violencia y sus implicaciones en la vida social y comunitaria, impulsada desde el Estado por un gobierno fallido.
El “gobierno” federal, a través de sus voceros, nos muestra diariamente que el circulo agazapado en Los Pinos construye percepciones cada vez más absurdas. El problema con las declaraciones oficiales está en el discurso ominoso y amenazante contra aquellos medios de comunicación que no se someten y los defensores de los derechos humanos.
Asistimos a la develación de los propósitos de la derecha y la ultraderecha en México: no gobernar, porque ha dado claras muestras de ineptitud, ignorancia, desconocimiento, nepotismo y amiguismo, sino imponer la vía autoritaria y antidemocrática, donde su único sostén sería la policía y la milicia, justificando el atropello y el abuso.
Según el secretario de Gobernación, tanto la prensa crítica como los defensores de los derechos humanos juegan el juego de los carteles de la droga. La guerrita es justificable, en un arrebato napoleónico comparable a la lucha por la independencia, por lo que los abusos, las vejaciones, los atropellos, son un mal menor.
Las víctimas tendrían que probar su inocencia, pero como ya son parte de la estadística, nada pueden hacer. Así, mientras la SSP y Sedena acumulan más de 6 mil quejas por abusos, y los familiares de los inocentes “caídos” por el fuego cruzado reclaman y piden justicia, se arremete contra los únicos que al menos las reivindican parcialmente.
Ante la injusticia y la connivencia, a la sociedad civil agraviada lo único que parece quedarle es la fortaleza de los medios de comunicación críticos, así como defensores de los derechos humanos que todavía estén dispuestos, a pesar de la vulnerabilidad creciente, a realizar indagaciones que nos acerquen al terreno de los hechos y la elusiva verdad.
Por supuesto que la sociedad civil tiene más espacios para denunciar y reclamar justicia, particularmente cuando se organiza, pero el accionar de los medios oficialistas, sobre todo los electrónicos, y la comentocracia derechista y oficialista que en ellos pulula, es apabullante. La perversión discursiva y la manipulación tienen un impacto importante.
Entre los discursos amenazantes y la criminalización de las víctimas de abusos y atropellos, la prensa crítica y los defensores de los derechos humanos, se ubica el “Infierno federal”. Un espacio en el que el Estado, por medio de un “gobierno” fallido, promueve la violencia, la división y ruptura social, el miedo, la corrupción, la injusticia y la impunidad.
Nuestro “Infierno federal” también manipula las cifras de empleo y desempleo, festeja el dato macroeconómico que nada representa para las mayorías, lanza mensajes en cadena nacional que hacen de las mentiras espectáculos mediáticos, y promueve, con el favor de intelectuales, comentócratas y medios de derecha iniciativas de superación personal.
Con un lamentable saldo, la ejecución a mansalva del candidato priista a la gubernatura de Tamaulipas y acompañantes, la violencia del narco y la inseguridad, ese fantasma que el “gobierno” federal insiste en trivializar y envolver en llamados mediáticos a la unidad, dejaron un mensaje contra la guerrita perdida y a la sociedad mexicana, particularmente.
El mensaje del “Infierno federal” tiene como contexto un proceso electoral desaseado, la guerra sucia impulsada desde los gobiernos federal y estatales, y las cúpulas de los partidos, la grosera intervención del “gobierno” federal en los comicios, las alianzas corruptas y mezquinas, donde participan las elites económicas y políticas, cada vez más divididas.
Mientras, la sociedad desmovilizada y organizada, observa el escalamiento de la violencia, el uso que de ella hacen los partidos políticos y las elites económicas en tiempos electorales, la acumulación de vejaciones y abusos signados por la impunidad, complicidad y corrupción, además de ser violentada y excluida de la toma de decisiones.

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