El término crisis humanitaria tiene actualmente referentes trágicos y
devastadores. Todos, parte de la crisis del capitalismo posneoliberal. Aunque
el neoliberalismo sigue vigente, la crítica a sus principales postulados y
resultados, tienen que ver con las crisis humanitarias. Por un lado, la crisis
humanitaria que tiene como rostro las migraciones globales en múltiples
direcciones, buscando llegar al norte próspero, golpea a sus protagonistas
severamente en su trayecto por países e inhóspitos corredores, y por el otro,
la crisis humanitaria que se devela como un genocidio de amplias proporciones
producto del conflicto bélico Israel-Hamás, el cual tiene trazos de limpieza
étnica e invasión territorial en cabezada por el sionismo israelí en contra del
pueblo palestino.
Son crisis humanitarias en las que Estados Unidos y sus políticas
globalistas juegan un papel central. Tanto la crisis de las migraciones como la
crisis palestino-israelí, han sido prohijadas por ese país. Por ejemplo, los
bloqueos contra Cuba y Venezuela, tienen consecuencias visibles entre la
población de ambos países. Los cubanos y sus gobiernos revolucionarios y
posrevolucionarios han sido acosados incesantemente por la Unión Americana, con
intentos incluso para derrocar al gobierno, además de imponer un bloqueo
inhumano que implica tener en jaque al pueblo cubano. Se calcula una pérdida de
más de 150 mil millones de dólares en 60 años por el bloqueo. Por su parte,
Venezuela estima pérdidas por más de 500 mil millones de dólares. Uno de los
países con las mayores reservas petroleras, ofrece hoy pocas alternativas de
bienestar a su población.
Las políticas migratorias de Estados Unidos hacia ambas naciones,
incentivan de muchas maneras la migración cubana y venezolana. Para los
cubanos, apenas tocan territorio estadounidense solo por el hecho de declararse
perseguidos políticos o que su vida está en riesgo por la “dictadura”, reciben
refugio. Recientemente, los venezolanos están siendo parte de una política que
favorece su refugio, ofreciéndoles trabajo y otras prebendas. Pero el flujo
migratorio del sur latinoamericano a Estados Unidos, no está conformado
solamente por ciudadanos de esos países; también miles de centroamericanos,
peruanos, haitianos, africanos y de otras naciones de oriente medio y Asia,
atraviesan largas, cansadas y peligrosas rutas con la finalidad de ingresar a
la Unión Americana.
Detrás de estos migrantes sobresale el cambio climático, la violencia
delincuencial, hambrunas, pobreza extrema, falta de oportunidades de todo tipo,
golpes de estado, en los que el país del norte tiene mucho que ver. La
decadencia de Estados Unidos y la cultura estadounidense es evidente, pero no
en los términos de Samuel P. Huntington y su choque de civilizaciones, o
Francis Fukuyma y el fin de la historia, sino en cuanto a que la
mercantilización de toda la vida humana muestra grietas en todo el mundo. El neoliberalismo
y la globalización han promovido incesantemente la híper individualización y al
mercado como único centro de la vida humana, pero, con lentitud, asistimos al
renacimiento de la colectividad, la comunalidad, la solidaridad. Aunque es
contradictorio porque algunos sectores derechistas ensalzan al patriarcado en
contra de los derechos humanos, para muchos pueblos las crisis humanitarias
vienen del norte.
Con todo, no es mi intención responsabilizar a Estados Unidos y su
pueblo, tan diverso social y en términos de clase, sino al sistema bipartidista,
el complejo militar-industrial, las transnacionales, los multimillonarios
financeristas, las instancia bilaterales y multilaterales que imponen las
políticas del capitalismo salvaje, dueños del aparato de estado, que definen,
en su decadencia, políticas y acciones que afectan a toda la humanidad:
guerras, cambio climático, extractivismo, golpes de estado, segregación,
apartheid, dominio de enclaves proestadounidenses contra otros pueblos y
sociedades, bloqueos económicos, imposición de políticas antidrogas y
antiinmigrantes. Es el capitalismo estadounidense que, con sus crisis cíclicas,
devasta pueblos y naciones, con la finalidad de recuperar la tasa de ganancia y
reorientar el proceso de acumulación capitalista.
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