“Trágico error”, clama Benjamín Netanyahu, el sionista genocida que a
nombre del Estado de Israel asesina a mujeres, niños y hombres palestinos. El
último ataque en Rafah, contra la población civil, dejó al menos 50 muertos, la
mayoría mujeres, niños y niñas, quienes se encontraban en un campamento
designado “zona humanitaria” por Israel. En realidad, blanco antiterrorista
para masacrar palestinos. A siete meses de la embestida de Hamas, la respuesta
genocida de Israel ha dejado más de 35 mil asesinados y arriba de 80 mil
heridos. El repudio mundial sigue creciendo, pero al genocida Netanyahu solo le
provoca seguir matando palestinos. La CIJ declaró su detención, incluyendo a
otros miembros del gobierno sionista, así como a líderes de Hamas, a lo que el
genocida y Estados Unidos respondieron como despropósito. Igualmente, España,
entre otros países han decidido reconocer a Palestina como Estado y nación con
plenos derechos, escuchándose el repudio del genocida y de Estados Unidos.
El infierno en la tierra en la franja de Gaza, solo ha sido posible con
el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea. Armas, dinero, son
cotidianamente enviadas al genocida para seguir masacrando a los palestinos. Asimismo,
no es extraño escuchar el ominoso silencio o la estridente justificación que
favorece al sionismo. En Estados Unidos, algunas comunidades de judíos se han
sumado a la protesta. En Israel, miles de ciudadanos israelíes exigen, o la
caída del genocida o una negociación para parar la masacre y permitir el
rescate de los rehenes que siguen en manos de Hamas. Pero Netanyahu no quiere
rescatar rehenes. Usando la idea de la “legítima” defensa, ha perpetrado un
genocidio. No solo quiere “limpiar” Gaza de palestinos “inferiores”, también
desea eliminar al pueblo palestino, el original ocupante del territorio que
actualmente ocupa Israel, otorgado a sangre y fuego por Occidente. Reivindicar a
los judíos por el holocausto cometido por Occidente, cuesta caro.
Como señalé antes, el genocidio palestino no estuviese en marcha sin la
aprobación de Estados Unidos y la Unión Europea. Al parecer, la banca judía es
dueña de grandes fondos que, si fueran retirado de las bolsas y los bancos
estadounidenses y europeos, el sistema capitalista caería estrepitosamente. Porque
el genocidio palestino no es solo un asunto étnico, racial, sino también de
clase social. Las formas de la acumulación capitalista han cambiado
profundamente. Los ciclos del capitalismo, cada vez más severos, después de
2008, afectan severamente la tasa de ganancia. Esta, ya no dependen de la acumulación
capitalista clásica totalmente, sino del capital financiero, como Lenin lo
demostró. La depredación capitalista, es un signo inequívoco de cómo la riqueza
y el poder económico y político judíos se acrecientan. Su dominio a nivel mundial
podría ser la mayor amenaza para el cambio climático y la supervivencia de la
humanidad.
Las guerras actuales no solo fortalecen al sector militar-industrial;
también a los poderosos grupos judíos y sus cabilderos. Por supuesto, Estados
Unidos y la Unión Europea están dispuestos a alimentar el poder bélico y
económico de cualquier país y grupo, más allá del origen étnico, porque
compensa las formas clásicas de acumulación capitalista. Por ejemplo, en
América Latina, donde muchas compañías transnacionales se han apoderado de
vastos territorios para explotar minas de diversos minerales, bancos de
distintos materiales, y reservas ecológicas –Amazonia- los gobiernos progresistas
buscan detenerlas, aunque política y económicamente signifique un golpe y
múltiples demandas legales y ficticias. Parece obvio afirmar que, tanto en
Estados Unidos como en la Unión Europea, mientras sus leyes antimonopolio y
antiextractivistas son puestas como ejemplos de los grupúsculos que dicen
defender el medio ambiente, en América Latina y el Caribe, las transnacionales
hacen de las suyas protegidas por sus propias leyes.
El genocidio palestino no es solo asesinar al pueblo palestino, también
es la tasa de ganancia.