miércoles, 14 de agosto de 2024

La guerra cultural de la izquierda

 

El arribo de AMLO a la presidencia de la República en 2018, no solo culminó la trayectoria de un luchador social, un líder carismático, un personaje que organizó a miles de mexicanos, sino también significa el armado de una guerra cultural que la izquierda mexicana, en sus versiones más moderadas, está ganando. Hace décadas, Carlos Castillo Pereza, miembro conspicuo del PAN, uno de los últimos pensadores de la derecha mexicana, afirmó que, en relación al entonces partido único gobernante, el PRI, la derecha había ganado su propia guerra cultural. Tenía razón, el campo político también es parte de las batallas, no solo por el poder, sino también por las consciencias. De ahí que afirme que, en este momento histórico, la izquierda obradorista está ganando una batalla cultural, la del siglo XXI.

Democracia, justicia, igualdad, empoderamiento de los más vulnerables, organización de los ciudadanos, concientización, comunicación alternativa, exhibición de los modos y mañas de los medios corporativos, sus dueños y comentócratas, son solo algunos de los elementos de la guerra cultural de la izquierda. Mientras las llamadas “izquierdas verdaderas”, destacadamente las alineadas a la derecha –PRD y grupúsculos afines, las enquistadas en algunos medios alternativos en los que la narrativa estalinista sobresale –Julio Astillero y su dizque periodismo en resistencia- y otros periodismos críticos que dan como ciertas cartas y declaraciones de narcos –Jesús Lemus-, se posicionan desde la derecha y el infantilismo de izquierda en contra de AMLO y la 4T, la izquierda obradorista, conformada por diversidad de personajes, posturas y narrativas –a veces contradictorias- pavimenta el camino de una batalla cultural.

Con todo, como Pablo Iglesias, el español fundador de Podemos, afirmó con Sabina Berman (Largo aliento, Canal Once), la comunicación tiene que ser fundamental porque la derecha opera una guerra ideológica que intenta socavar las bases de la guerra cultural de la izquierda obradorista. Se trata de que la 4T construya sus propios canales de comunicación alternos –no los medios públicos o del Estado- para fundamentar su propia guerra ideológica y cultural contra la derecha. La izquierda, con AMLO, llegó con una fuerza nada desdeñable. Y en los casi seis años del primer gobierno de izquierda moderada, operó, por medio de la mañanera, una forma de comunicación novedosa y fundadora de consciencias políticas e ideológicas alejadas del mainstream que terminó derechizándose sin cortapisas. La izquierda partidista, representaba por el PRD, se alió a la derecha partidista con la finalidad de salvarse a sí misma, pero solo logró fracasar y desdibujarse.

Algo similar ocurre con los intelectuales que intentan seguir definiendo la agenda pública. Desde el gobierno de Salinas de Gortari, no solo fueron definiéndose como buenos comerciantes para obtener cuantiosos recursos públicos y ser parte de la elite económica, sino también impusieron cierta agenda sobre lo público, en la que el neoliberalismo, en sus diferentes versiones –democracia sin adjetivos, socialdemocracia, izquierda verdadera- conformó la plataforma ideológica de la derecha. Mientras, la intelectualidad de izquierda contribuía a la fundación y movilización de amplios sectores de la sociedad a partir de los caminos que AMLO fue construyendo, y de las propias experiencias de las izquierdas que, a pesar de la represión, cárcel y desaparecidos del régimen priista, conformó sus propios caminos, los que hoy han sido renovados por esa izquierda obradorista que aspira a transformar este país.

En este sentido, la guerra cultural de la izquierda, para ser ganada, debe ser fundamentada por canales y medios de comunicación alternos, la organización de amplios sectores de la sociedad, una parte adentro de Morena, otra como parte de los gobiernos federal, estatales y municipales, y la narrativa que la intelectualidad de izquierda cercana al obradorismo debe ir construyendo, no solo como contranarrativa a la derecha, sino como parte de la guerra cultural de izquierda.

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