El arribo de AMLO a la presidencia de la República en 2018, no solo
culminó la trayectoria de un luchador social, un líder carismático, un
personaje que organizó a miles de mexicanos, sino también significa el armado de
una guerra cultural que la izquierda mexicana, en sus versiones más moderadas,
está ganando. Hace décadas, Carlos Castillo Pereza, miembro conspicuo del PAN,
uno de los últimos pensadores de la derecha mexicana, afirmó que, en relación
al entonces partido único gobernante, el PRI, la derecha había ganado su propia
guerra cultural. Tenía razón, el campo político también es parte de las
batallas, no solo por el poder, sino también por las consciencias. De ahí que
afirme que, en este momento histórico, la izquierda obradorista está ganando
una batalla cultural, la del siglo XXI.
Democracia, justicia, igualdad, empoderamiento de los más vulnerables,
organización de los ciudadanos, concientización, comunicación alternativa,
exhibición de los modos y mañas de los medios corporativos, sus dueños y
comentócratas, son solo algunos de los elementos de la guerra cultural de la
izquierda. Mientras las llamadas “izquierdas verdaderas”, destacadamente las
alineadas a la derecha –PRD y grupúsculos afines, las enquistadas en algunos
medios alternativos en los que la narrativa estalinista sobresale –Julio Astillero
y su dizque periodismo en resistencia- y otros periodismos críticos que dan
como ciertas cartas y declaraciones de narcos –Jesús Lemus-, se posicionan desde
la derecha y el infantilismo de izquierda en contra de AMLO y la 4T, la
izquierda obradorista, conformada por diversidad de personajes, posturas y
narrativas –a veces contradictorias- pavimenta el camino de una batalla
cultural.
Con todo, como Pablo Iglesias, el español fundador de Podemos, afirmó
con Sabina Berman (Largo aliento, Canal Once), la comunicación tiene que ser
fundamental porque la derecha opera una guerra ideológica que intenta socavar
las bases de la guerra cultural de la izquierda obradorista. Se trata de que la
4T construya sus propios canales de comunicación alternos –no los medios públicos
o del Estado- para fundamentar su propia guerra ideológica y cultural contra la
derecha. La izquierda, con AMLO, llegó con una fuerza nada desdeñable. Y en los
casi seis años del primer gobierno de izquierda moderada, operó, por medio de
la mañanera, una forma de comunicación novedosa y fundadora de consciencias
políticas e ideológicas alejadas del mainstream que terminó derechizándose sin
cortapisas. La izquierda partidista, representaba por el PRD, se alió a la
derecha partidista con la finalidad de salvarse a sí misma, pero solo logró
fracasar y desdibujarse.
Algo similar ocurre con los intelectuales que intentan seguir definiendo
la agenda pública. Desde el gobierno de Salinas de Gortari, no solo fueron definiéndose
como buenos comerciantes para obtener cuantiosos recursos públicos y ser parte
de la elite económica, sino también impusieron cierta agenda sobre lo público,
en la que el neoliberalismo, en sus diferentes versiones –democracia sin
adjetivos, socialdemocracia, izquierda verdadera- conformó la plataforma
ideológica de la derecha. Mientras, la intelectualidad de izquierda contribuía
a la fundación y movilización de amplios sectores de la sociedad a partir de
los caminos que AMLO fue construyendo, y de las propias experiencias de las
izquierdas que, a pesar de la represión, cárcel y desaparecidos del régimen
priista, conformó sus propios caminos, los que hoy han sido renovados por esa
izquierda obradorista que aspira a transformar este país.
En este sentido, la guerra cultural de la izquierda, para ser ganada,
debe ser fundamentada por canales y medios de comunicación alternos, la
organización de amplios sectores de la sociedad, una parte adentro de Morena,
otra como parte de los gobiernos federal, estatales y municipales, y la
narrativa que la intelectualidad de izquierda cercana al obradorismo debe ir
construyendo, no solo como contranarrativa a la derecha, sino como parte de la
guerra cultural de izquierda.
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