Con el abyecto y brutal consentimiento de Joe Biden, presidente de
Estados Unidos, y la candidata “demócrata”, Kamala Harris, quien como mujer no
se distingue mucho de Donald Trump, y menos de su jefe Biden, Benjamín
Netanyahu escala su carrera por superar al genocida Adolf Hitler. No solo en
cuanto a políticas internas gubernamentales, grupales y familiares, en las que
el odio al otro es una razón fundamental para el sionismo genocida, sino sobre
todo en la orquestación de una guerra que ha perdido todo sentido como “derecho
a la defensa”, un eufemismo que Occidente acuñó para justificar la eliminación
de pueblos enteros que no se occidentalizaran. El sionista genocida Natanyahu
avanza en medio oriente con la complicidad genocida de la Unión Europea y
Estados Unidos, con el afán de eliminar al pueblo palestino y otros pueblos
árabes, ocupar territorios que no le pertenecen y operar una guerra de limpieza
étnica y religiosa.
No debe quedar duda que la guerra de Netanyahu no es solo “en defensa
propia”; tiene marcados excesos antiétnicos, antireligiosos y un profundo odio
fascista por el otro. Muchas naciones occidentalizadas –América Latina, el
Caribe, África, Asia- podrían haber supuesto que el nazifascismo anidaría de
nuevo en Occidente –como ha estado sucediendo en algunos países de Europa del
este- y que el holocausto judío es una herida contra la humanidad que debía ser
el gran motivo para no repetirla y repelerla contra viento y marea. Pero
estamos asistiendo a una guerra de odio perpetrada por un sector de Israel que
de víctima ha transitado a victimario. El sionismo es la impostura nazifascista
del Estado de Israel que pretende justificar la limpieza étnica, la eliminación
de pueblos enteros y el dominio de Occidente, a través de los sionistas
asesinos, de un importante territorio asiento de pueblos árabes, étnica y
religiosamente diferenciados, pero hermanos.
La atroz guerra sionista contra el pueblo palestino y otros pueblos
árabes, no se distingue de la guerra nazifascista contra el pueblo judío. Netanyahu,
con sus ataques a Líbano, Cisjordania, Yemen, busca incendiar con una guerra
genocida una región de medio oriente, cuya respuesta podría convertir la zona
en escenario de una nueva guerra mundial. El energúmeno sionista no tiene el
menor interés por una “guerra de defensa”, tampoco por la paz. La humanidad
debe darse cuenta que el sionismo es la impostura nazifascista que Europa le
legó a un pueblo masacrado, pero que en estos momentos de IA, avances
tecnológicos importantes, es asumido como herencia para masacrar a otros
pueblos. Los israelíes sionistas no tienen justificación. Han asumido que
eliminar a una parte de la humanidad es justificable. El sionismo supone que,
para prevalecer y dominar, tiene que masacrar a un pueblo. El nazifascismo hizo
lo mismo, pero fue detenido por Occidente. El problema es que ahora Occidente
justifica la masacre, la limpieza étnica, religiosa, y la eliminación del
pueblo palestino, como necesario.
Eliminar a un pueblo, a una parte de la humanidad, no es justificable
bajo ninguna circunstancia. Pretender justificar tal atrocidad, es perverso e
insano. Occidente no se distingue por ser una sociedad pacifista. Las cruzadas,
la invasión y conquista de otras sociedades, son ejemplos de la necesidad, no
solo de imponer una supuesta dominación blanca, sino también la necesidad de
eliminar a pueblos enteros que se opusieran a la dominación blanca y
occidental. El holocausto judío no ha sido suficiente para que Occidente se
percate de su perversa y asesina búsqueda del mundo blanco. Occidente es
protagonista y cómplice de crímenes de lesa humanidad y genocidios en su
expansión colonialista. Occidente es una rémora de la civilización. Muchos
expertos asientan en la importancia del proceso civilizatorio actual. Derechos
para todos, cambios sustanciales, pero olvidan que todo lo conseguido ha sido a
sido a fuego y sangre, a pesar de Occidente. Los pueblos de América Latina, África,
Asia, serán otros sin Occidente.
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