En América Latina, la segunda ola de gobiernos progresistas no va bien.
Además del acoso externo, de Estados Unidos y la derecha internacional, los
movimientos de izquierda en algunos países parecen fracturarse, como en el caso
de Bolivia. El conflicto entre el expresidente Evo Morales y el actual
mandatario, Luis Arce, surgidos de las filas de la izquierda, la que recuperó
el gobierno después del cruento golpe de estado orquestado por la OEA,
financiado por Estados Unidos, y la derecha racista y clasista boliviana, está
erosionando, no solo a su partido, el MAS, sino a la izquierda en general. En
Colombia, el presidente Petro está amenazado por la derecha con un juicio por
supuesto financiamiento ilegal. En Brasil, Lula Da Silva, acosado también por
la derecha bolsoranista y externa, decidió romper la aparente unidad de la
izquierda latinoamericana, al presionar sin muchas pruebas a Venezuela, por una
elección muy cuestionada.
Asimismo, en Perú, después del brutal golpe de estado encabezado por la
derecha, que destituyó y enjuició ilegalmente al presidente Castillo, la
izquierda peruana no parece tener brújula. En Honduras, un exministro acusado
por Estados Unidos de supuestos vínculos con narcos, han hecho tambalear al
gobierno progresista encabezado por la primera presidenta. En Guatemala,
prevalecen los intentos por derribar al recién integrado gobierno de izquierda.
En Nicaragua, la caída de la izquierda sandinista ha sido elocuente, con un
presidente con tintes dictatoriales y acusaciones de corrupción. En Chile, el
presidente Boric, además de no poder consolidar su gobierno y al propio
movimiento de izquierda que lo encumbró, parece que acabará entregando el
gobierno a la derecha de nuevo. Mientras, Cuba y Venezuela, resisten bloqueos e
intentos de la derecha y Estados Unidos, para derribar los respectivos
gobiernos.
En México, a pesar del acoso de la derecha y de la izquierda
buenaondita, a la 4T, la presidenta Claudia Sheinbaum y Morena, el partido movimiento
dominante, parece que la opción progresista tiende a consolidarse. Cerca del
70% de los mexicanos apoyan a la presidenta, un porcentaje mayor al alcanzado
por el voto del 2 de junio de 2024. La soberbia de la izquierda buenaondita prevalecen
una disputa en la que las agendas personales, no de grupo, menos ideológicas,
pero abiertamente políticas contra todo lo que parezca 4T. De acuerdo con un
reciente estudio de la Universidad de Londres y el Instituto Alan Turing,
actualmente en la red social X (Twitter) el abuso político de derechas e
izquierdas es un “rasgo clave de la comunicación política” (Nature Communications, 14/11/2024, https://www.nature.com/articles/s41467-024-53868-0). Si bien no se incluye en la investigación a
México, algunos de los resultados pueden ser referencias interesantes sobre
como las derechas e izquierdas mexicanas suelen interactuar en las redes
sociales.
La red social X, cuyos viejos controles censores, que cerraban y
proscribían cuentas de uno de los implicados, pero permitían al otro continuar
con su acoso, fueron clausurados por su nuevo patrón, Elon Musk, el
multimillonario sudafricano dueño de Tesla y Starlink, quien ocupará un cargo
en el gobierno de Trump, a través del cual agregará mayor toxicidad a la
administración Trumpista, se ha convertido en un campo de batalla donde las
derechas y, ciertos sectores de las izquierdas, además de pelearse entre sí,
ambas tienen como principal objetivo socavar a la 4T. Sin embargo, para los
estudiosos del fenómeno comunicativo en X es reprobable que los detractores del
mismo partido político, sean vituperados y atacados al ser identificados como
tales. Es decir, debería prevalecer la “corrección política” y dejar que
infamadores que se dicen, en el caso de la izquierda buenaondita en México,
“acompañantes” o “apoyadores” vilipendien a los otros cuando sus agendas
personales no son las que marquen el debate. La investigación citada es un gran
avance para conocer la toxicidad de derechas e izquierdas, pero sus
conclusiones mantienen el sesgo que cuestionan, inclinándolas hacia un bando.
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