martes, 26 de noviembre de 2024

Las sentencias apocalípticas de la “izquierda buenaondita”

 

Si los obradoristas, morenistas, izquierdistas que apoyan a AMLO y Morena, AMLO mismo, se extasiaban con los pleitos al seno de las derechas, en las últimas semanas la derecha aplaude el pleito artificial orquestado por la izquierda buenaondita, particularmente la encabezada por Julio Astillero y sus amigos, como Federico Bonasso, además de la diatriba izquierdoide de los opinadores Hernán Gómez Bruera y Carlos Pérez Ricart, a raíz, primero de la aprobación de la reforma judicial, con el voto de uno de los impresentables senadores del PAN, Yunes, quien contribuyó a la mayoría calificada en el Senado de la República, lo que también causó una rabia furiosa entre esa izquierda buenaondita, y segundo, por la reelección de Rosario Piedra Ibarra, en la CNDH, la que, de manera imprudente e irracional, lanzó una diatriba en contra de sus odiadores izquierdo-buenaonditas, señalando a la dramaturga y opinadora, Sabina Berman, de ser parte de los ataques en su contra –lo cual es cierto.

En los últimos días, Julio Astillero pergeñó unas supuestas mesas de análisis con sus amigos –Federico Bonasso, Teresa Rodríguez de la Vega, Hernán Gómez Bruera- intentando justificar la diatriba de su izquierda buenaondita, en la que persisten varios asuntos que debería preocuparle a esa izquierda sectaria: toda su narrativa gira en torno a sus razones para “criticar” y lanzar sentencias apocalípticas en contra de Morena, el obradorismo, la presidenta Claudia Sheinbaum, retomando el tono de la derecha intelectual, pero frunciendo el ceño para que su auditorio crea que la izquierda buenaondita tiene la razón absoluta; la única verdad es la que estos personajes blanden y si Morena, los obradoristas y Claudia Sheinbaum, no se adaptan a la agenda izquierdo-buenaondita, la debacle está cerca. Pareciera que gente como Bonasso, Gómez Bruera, Pérez Ricart,  buscan llenar el hueco que los intelectuales de la derecha, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, la comentocracia de los medios corporativos, entre otros, dejaron con el arribo de AMLO.

La “izquierda buenaondita” tiene más escollos estalinistas e infantiles que certezas. Sus integrantes, autoadscritos a cierta izquierda radical, periodística, académica, opinadora, intelectual, marginal, argumentan desde agendas personales y maximalistas. Han encontrado el aplauso en algunos nichos youtuberos, en particular en el canal de Youtube de Julio Astillero, quien, con varios de sus amigos, pontifican sobre cómo sus agendas individuales deberían ser adoptadas, sí o sí, por el obradorismo, Morena, la 4T, la presidenta de México. Pero sus esquemas analíticos poco reconocen la realidad actual. Al leerlos, su narrativa resume el reclamo de una realidad que favorece a la derecha y al fascismo, no a al progresismo o la izquierda. Es curioso, pero su posición de “izquierda” se alinea más al recién extinto PRD, partido político que fue arrastrado por la derecha PRIAN.

Durante la etapa neoliberal en México, algunos grupos de intelectuales fueron entronizados en la agenda cultural por medio de “apoyos” de los gobiernos neoliberales. Les pagaron encuentros, congresos y diversas reuniones; les otorgaron recursos por supuestos trabajos de alto nivel o de manera directa para aceitar sus “empresas culturales”, es decir, revistas, editoriales, edición de libros, opiniones a modo. No es lo que la izquierda buenaondita ansía. De eso no hay duda. Son pudorosos y honestos, pero si buscan ocupar el lugar de la intelectualidad derechista neoliberal. El fraude intelectual del neoliberalismo, busca ser sustituido, bajo circunstancias distintas con un gobierno progresista que domina el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, con la agenda de la izquierda buenaondita. La crítica de este sector de la izquierda mexicana, es necesaria y válida, pero no puede ser presentada como la “verdad absoluta” sobre lo que un gobierno progresista realiza. Al parecer, la izquierda buenaondita está construyendo, como la derecha, su propia realidad alterna. Una locura del fraude intelectual.

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