¿De qué habla la derecha cuando plantea una “batalla cultural”, cuando
en realidad su narrativa mediática está construida a partir de improperios,
insultos, odio contra los progresistas y quienes votaron por el progresismo y
las izquierdas? Las batallas “culturales” se sustentan en ideas y conceptos que
apuntan, no solo a cuestionar lo que está vigente, sino también en argumentos
articulados y cohesionados con un proyecto de nación que ofrezca alternativas.
Porque la “batalla cultural” tiene que estar sustentada en propuestas, no solo
en amenazas y odio. La izquierda y el progresismo, no construyeron la
alternativa presente, en el caso de México, sino por medio del liderazgo fuerte
de AMLO, quien conocía muy bien lo que sucedía en su entorno, y la organización
social de un vigoroso movimiento social. La relación de AMLO con la gente, el
pueblo, fue esencial para llegar al Poder Ejecutivo y negociar con parte de la
oligarquía. La oposición que Claudio X. González pretende encabezar, con el
PRIANRD como su mayor base política, no tiene alternativa, a menos que
proponga, en su regreso, algo distinto a la 4T.
¿Qué proponen las derechas de regresar al poder? En el caso de Donald
Trump, un accidentado camino de odio, desprecio, misoginia, racismo y clasismo,
lo llevó de nuevo a la Casa Blanca, con un equipo de trabajo de extrema derecha
y fascistas que han puesto en la mesa una “invasión suave” a México, deportaciones
masivas de migrantes, alza de aranceles, anexión de Canadá y México para no “subsidiarlos”,
una acusación infundada, antieconómica y nacionalista que afectaría a Estados
Unidos, dada la integración económica y comercial entre los tres países de
Norteamérica, espacio en el que México es ya el primer socio comercial de la
Unión Americana. En el caso de Javier Milei, su libertarianismo recoge los
restos del neoliberalismo, pero llevados al extremo de destruir un país, como Argentina.
Desaparecer ministerios de Estado, restringir derechos, negar medicamentos y
pensiones, restringir recursos a las universidades, despedir a miles de
trabajadores, aumentar la pobreza y desarticular la economía interna. En resumen,
quebrar a un país con un discurso y acciones en contra de la población
argentina.
Si bien en las reuniones de Madrid y Buenos Aires, intervinieron otros
conocidos derechistas y ultraderechistas, como Felipe Calderón, quien
administró México por medio de un fraude electoral y la construcción de un
narco Estado. Su gran “programa” incluyó una guerra esquizofrénica atroz, el
saqueo del erario público –ingresos petroleros-, endeudamiento público
creciente, pobreza imparable, desaparecidos, ejecuciones extrajudiciales,
desprecio a los mexicanos, en general y a los jóvenes en particular. En el caso
de Ricardo Salinas Pliego, el empresario mexicano evasor de impuestos, quien ha
construido su fortuna saqueando al gobierno, su narrativa basada en la
violencia verbal –“gobiernícolas”, “zurdos que se regresen a las alcantarillas”,
no tiene más que misoginia, desprecio, odio. Sus seguidores suponen que
gobernar es golpear a sectores que lo rechazan abiertamente. La “batalla
cultural” de la derecha no parece tener muchos rumbos alternativos.
Las batallas culturales son reales, pero en el caso de la derecha, es
importante no confundir su odio, insultos, diatriba y desprecio en contra de sus
opositores. Su “batalla cultural” parece reducirse a una guerra de narrativas,
no de conceptos, categorías y proyectos de nación alternativos. La idea de las “narrativas”
es un reduccionismo del debate de ideas y conocimientos sobre la realidad. La confrontación
de narrativas reduce la lucha política, ideológica, conceptual, a “opiniones”
personales o grupales. Por ejemplo, la misoginia no es una opinión, es una
práctica patriarcal que violenta a las mujeres de diverso modo. Igualmente, el
clasismo es una expresión de la opresión y la estructura de clases de una
sociedad, en la que unos pocos tienen el poder económico para subyugar a otros
grupos sociales, cuyo poder es limitado.
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