Al empequeñecimiento del Estado en todo el mundo, siguió, bajo el
neoliberalismo, la proliferación de Think Tanks, ONG y OSC, en muchos países,
dedicadas a calificar y descalificar a naciones y gobiernos que, según sus
sacrosantos criterios e indicadores, varios salidos de la chistera de
académicos y expertos, probados “demócratas”, se alejaban o acercaban a lo que
llamaron “democracia” en el mundo occidental. Hoy todavía, la prensa
corporativa golpista, usa sus “sesudos” estudios para acusar a gobiernos, en
particular de América Latina, que se salen de la órbita occidental porque no se
ajustan a los parámetros de lo que esos organismos, sin fines de lucro, pero
financiados por gobiernos y fundaciones de la oligarquía global, afirman es la
democracia.
En México se conocen muy bien esas historias. Transparencia Mexicana,
franquicia de Transparencia Internacional, IMCO (Instituto Mexicano de
Competitividad), MCCI (Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad), retoños
de organizaciones como Artículo 19, Reporteros Sin Fronteras, Amnistía
Internacional, y otras que durante el sueño neoliberal mexicano proliferaron y
se apropiaban de jugosos recursos del erario público, se erigieron en
referentes sine qua non de la democracia, la transparencia, la competitividad,
la innovación, el periodismo, los derechos humanos y demás “temas” que, si bien
importantes y fundamentales para la democratización de la sociedad y el proceso
civilizatorio, acompañaban a gobiernos conservadores y dictatoriales en sus
políticas de saqueo y corrupción.
Actualmente, todos esos organismos, con algunas excepciones, son
financiadas por USAid, NED (National Endowment for Democracy), embajadas de
Estados Unidos y Europa, fondos de la oligarquía global –George Soros-, además
de acompañar activamente intentos golpistas por derrocar gobiernos
progresistas, usar información para desacreditar a políticos progresistas,
apoyar a los medios corporativos en sus intentos de Lawfarew, generar supuestos
“estudios”, a partir de la manipulación de datos académicos y oficiales,
alimentar las redes sociales con hashtags antigobiernos democráticamente
electos, participar en campañas contra líderes sociales, entre otros aspectos.
Vimos a muchos de esas organizaciones en México marchando con la derecha,
apoyando a los partidos de derecha, alentando a supuestos afectados –como
integrantes del Poder Judicial- en sus asaltos al Senado de la República,
insultar y mentir.
De ningún modo es condenable el escrutinio sobre los gobiernos de
América Latina o cualquier parte del mundo, pero tampoco pueden erigirse –en el
exterior o internamente- en guardianes de lo que llaman democracia y
seleccionar algunas variables para mistificar sus indicadores, cuyo fin es calificar
y descalificar la democracia de los otros. Además de carecer de legitimidad –no
importa si están asociados a prestigiosas universidades de Suecia, Estados
Unidos, Francia o cualquier país que suele mirar a otros gobiernos
supuestamente en “retroceso democrático”, pero no ven la paja en el propio. En
todos los casos, es evidente que se condena a los gobiernos progresistas y sus
mayorías calificadas en los congresos nacionales, únicamente porque los
ciudadanos, el pueblo, decidió darles poderes suficientes a sus partidos
políticos y líderes progresistas, para revertir años de atraso, abusos,
corrupción, saqueo, falta de justicia, desprecio, odio.
La prensa corporativa mexicana, deslegitimida, afín a la derecha
partidista y oligárquica, sus reporteros y comentócratas, solo buscan imponer
el juego de las narrativas y la posverdad. Como un “prestigioso” Think Tank de
Suecia o Estados Unidos lo afirma, entonces en México se va camino al
autoritarismo, ignorando, a propósito, que la presidenta de México, Morena y
sus aliados, la 4T, recibieron el voto mayoritario de los mexicanos para hacer
cambios efectivos, constitucionales, legales y en los rumbos sociales,
económicos, políticos y culturales.
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