Ni en sus momentos de gloria, como cuando Miramón y compañía fueron a
ofrecer el “trono” de México al fracasado archiduque de Austria –en la serie de
Netflix, La emperatriz, que dibuja de
manera poco ortodoxa la vida de la emperatriz Isabel de Austria-Hungría, el
guionista presenta como pusilánime y frustrado, bueno para nada, a Maximiliano
de Habsburgo- los conservadores mexicanos fueron tan lamebotas, serviles e
ignorantes como actualmente, bien representados por el PAN y el PRI, que exigen
en el Congreso de la Unión que la presidenta de México se humille ante el
criminal presidente Donald Trump, mientras los gobernadores y gobernadoras de
todos los partidos, agrupados en la CONAGO, respaldan la política exterior para
hacer frente a Trump.
En la Cámara de Diputados, el PAN y el PRI, en voto predecible y bien
conocido por los mexicanos que los repelen, sufragó en contra del acuerdo de
Morena, PT, PVEM, incluido Movimiento Ciudadano, que respalda la política
exterior de la presidenta Claudia Sheinbaum. En tanto, en el Senado de la
República, la conocida senadora esquizofrénica del PAN, grita que Trump debe
acabar con la 4T, solo porque esa derecha se sueña blanca y cristiana, impoluta,
exhibiendo así su ignorancia recalcitrante. En redes sociales, los conocidos
incendiarios en X, Facebook, Instagram, postean su odio, desprecio, racismo y
clasismo consuetudinario.
Los frentes que la derecha abre diariamente, se queman sin tener una
respuesta a su favor. En el Poder Judicial, a pesar de la resolución del TEPJF
que ordenó reanudar los trabajos del comité de evaluación para elegir a las
personas juzgadoras, al desacatarla arrincona a la propia SCJN y envía al
precipicio al Poder Judicial. Qué penoso papel al que la derecha está empujando
a Norma Piña y sus secuaces. Pero a la oligarquía, sus partidos políticos y
políticos no les interesa el descrédito, pues sus argucias legaloides son
totalmente irresponsables. En cuanto a la relación bilateral con Donald Trump,
si bien sus dichos deben ser tomados con reservas, asombra a la propia derecha
su postura en la conferencia de Davos, afirmando que los acuerdos con México
van bien, mientras maltrata a Canadá y amenaza a los europeos con aranceles si no
van a Estados Unidos a “producir”.
En ambos casos, son derrotas de la derecha mexicana. La pretensión del
comité del Poder Judicial de meter a la SCJN en un asunto que no le compete, es
parte de una estrategia que no ha funcionado. El presidente del Senado ha sido
claro: si no acata la resolución del TEPJF, el Senado tiene atribuciones para
salvaguardar los derechos de los inscritos para participar en la elección de
las personas juzgadoras. Los gritos esquizofrénicos de los panistas Lilly
Téllez y Ricardo Anaya, y Alito Moreno, presidente espurio del PRI, para que
México se pliegue a las amenazas de Trump, essimple entreguismo y
antipatriotismo. No se trata de defender el nacionalismo mexicano contra el
nacionalismo estadounidense, sino de valorar y contextualizar el papel de
México en todos los ámbitos. La coacción de Donald Trump nada tiene que ver con
la lucha contra la droga. En Estados Unidos, las adicciones y los adictos no
son tocados. Su libertad personal es ley.
Si bien, en México las adicciones han ido en aumento, sus implicaciones
no son iguales a las del país del norte. En nuestro país en las últimas décadas
varias de las drogas sintéticas tienen presencia importante en el mercado
interno, pero el mercado más grande está en Estados Unidos. Factores como la
individualización extrema, la disfuncionalidad familiar, la crisis de valores,
atizada contradictoriamente por el protestantismo extremo, el intenso
narcomenudeo, la promoción legal de las adicciones por las grandes
farmacéuticas, entre otros, refuerzan la libre circulación de los opioides,
particularmente el fentanilo. El mercado de las adicciones, mientras no sean
atacados los carteles de la droga internos, el narcomenudeo y la crisis
civilizatoria, con políticas públicas que tengan a las adicciones con problema
de salud pública, seguirá creciendo y tomando tantas vidas. Entre 70 y 100 mil
en 2023. Una crisis real de salud pública.
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