viernes, 3 de enero de 2025

Migración y fentanilo

 

Ambos asuntos, no solo serán parte del debate, sobre todo en México, donde los medios corporativos y las redes sociales se suben de inmediato a cualquier situación que golpee al gobierno mexicano, sino también de la relación bilateral, pues el nuevo gobierno de Donald Trump y los medios corporativos de ese país, forman parte de la campaña Trumpista para intervenir en México e intentar derrocar, o al menos dominar la digna postura de la presidenta de México y golpear al gobierno de la 4T. Pero es necesario puntualizar que el “reportaje” del New York Times (NYT) es un insulto a los adictos estadounidenses que cada año mueren por miles, pues no han podido desarrollar la “tolerancia letal hacia la toxicidad” que las “periodistas” de ese periódico argumentan en su escrito. Es decir, estamos ante un caso en el que los mexicanos se han convertido en súper narcos, capaces de desplegar respuestas autoinmunitarias a un opiáceo letal, que los WASP no pueden, irónicamente, a pesar de toda la parafernalia supremacista blanca. Sin duda, no todos los adictos en Estados Unidos son blancos, pues las adicciones no son un tema racial. Pero es lo que sugiere la narrativa del NYT.

La migración fue recientemente mencionada por Donald Trump en el contexto del macabro suceso de Nueva Orleáns, en el que murieron dos decenas de personas, pues aludió a que el autor había llegado de Coahuila, México, para perpetrar la masacre. Incluso la fascista cadena FOX de televisión lo había difundido, pero ante el desmentido del FBI, tuvo que rectificar, no disculparse. El perpetrador era ciudadanos estadounidense, no migrante, ex integrante del ejército de Estados Unidos, activo por una década, de origen árabe, quien se declaró fan del Estado Islámico. Si bien, la camioneta que usó efectivamente fue introducida a territorio estadounidense en noviembre del año pasado, pronto cambió de propietario o arrendador. Y el asesino de Nueva Orleáns actuó solo, sin tintes terroristas. Solo la demencial actitud de un individuo que intentó llamar la atención sobre su causa, a pesar de sus orígenes estadounidenses, hoy usados por la extrema derecha que acompaña a Trump en su intención de hacer de la inmigración un asunto perverso que supuestamente daña la blanquitud de su país, aunque él mismo es de ascendencia migrante.

Asimismo, el fentanilo, droga letal que ha implicado la muerte de al menos 100 mil estadounidenses al año, no comenzó por el trasiego de drogas de México a Estados Unidos. Fue producto de las farmacéuticas y los médicos de Estados Unidos que indujeron a millones de ciudadanos estadounidenses a usar cotidianamente los opiáceos. De drogas para mitigar el dolor, pasaron a fuertes adicciones que hoy matan a miles. La sociedad estadounidense se convirtió pronto en un campo en el que las adicciones han sido alimentadas por la ciencia desarrollada en laboratorios y universidades que suponen que sus investigaciones son neutrales, a pesar de los estragos que causan. Por su parte, la medicina privada y las aseguradoras –en EEUU nadie que no tenga un seguro puede tener acceso a medicamentos y atención- proveyeron del marco legal para alentar las adicciones. Inicialmente, los miles de adictos fueron alentados institucionalmente. Después comenzó la epidemia que hoy azota a ese país.

Pero los principales laboratorios de producción de fentanilo no están en México, sino en Canadá. Hace unos meses, ante las amenazas de Trump de incrementar los aranceles a ese país, el gobierno desmanteló, al menos, un gran laboratorio que tenía años produciendo fentanilo para surtir los mercados de adicciones de Estados Unidos y de Canadá, mientras en nuestro país, el gobierno no niega el trasiego y la producción de pastillas de fentanilo, pero los combate activamente. Y en Estados Unidos, además de no tener una política de salud pública, lo que afectaría los negocios de farmacéuticas, aseguradoras y médicos privados, nada se dice de los carteles y de quienes distribuyen internamente miles de drogas a millones de adictos de ese país.

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