Ambos asuntos, no solo serán parte del debate, sobre todo en México,
donde los medios corporativos y las redes sociales se suben de inmediato a
cualquier situación que golpee al gobierno mexicano, sino también de la
relación bilateral, pues el nuevo gobierno de Donald Trump y los medios
corporativos de ese país, forman parte de la campaña Trumpista para intervenir
en México e intentar derrocar, o al menos dominar la digna postura de la
presidenta de México y golpear al gobierno de la 4T. Pero es necesario
puntualizar que el “reportaje” del New
York Times (NYT) es un insulto a los adictos estadounidenses que cada año
mueren por miles, pues no han podido desarrollar la “tolerancia letal hacia la
toxicidad” que las “periodistas” de ese periódico argumentan en su escrito. Es decir,
estamos ante un caso en el que los mexicanos se han convertido en súper narcos,
capaces de desplegar respuestas autoinmunitarias a un opiáceo letal, que los
WASP no pueden, irónicamente, a pesar de toda la parafernalia supremacista
blanca. Sin duda, no todos los adictos en Estados Unidos son blancos, pues las
adicciones no son un tema racial. Pero es lo que sugiere la narrativa del NYT.
La migración fue recientemente mencionada por Donald Trump en el
contexto del macabro suceso de Nueva Orleáns, en el que murieron dos decenas de
personas, pues aludió a que el autor había llegado de Coahuila, México, para
perpetrar la masacre. Incluso la fascista cadena FOX de televisión lo había
difundido, pero ante el desmentido del FBI, tuvo que rectificar, no
disculparse. El perpetrador era ciudadanos estadounidense, no migrante, ex
integrante del ejército de Estados Unidos, activo por una década, de origen
árabe, quien se declaró fan del Estado Islámico. Si bien, la camioneta que usó efectivamente
fue introducida a territorio estadounidense en noviembre del año pasado, pronto
cambió de propietario o arrendador. Y el asesino de Nueva Orleáns actuó solo,
sin tintes terroristas. Solo la demencial actitud de un individuo que intentó
llamar la atención sobre su causa, a pesar de sus orígenes estadounidenses, hoy
usados por la extrema derecha que acompaña a Trump en su intención de hacer de
la inmigración un asunto perverso que supuestamente daña la blanquitud de su
país, aunque él mismo es de ascendencia migrante.
Asimismo, el fentanilo, droga letal que ha implicado la muerte de al
menos 100 mil estadounidenses al año, no comenzó por el trasiego de drogas de
México a Estados Unidos. Fue producto de las farmacéuticas y los médicos de
Estados Unidos que indujeron a millones de ciudadanos estadounidenses a usar
cotidianamente los opiáceos. De drogas para mitigar el dolor, pasaron a fuertes
adicciones que hoy matan a miles. La sociedad estadounidense se convirtió pronto
en un campo en el que las adicciones han sido alimentadas por la ciencia
desarrollada en laboratorios y universidades que suponen que sus
investigaciones son neutrales, a pesar de los estragos que causan. Por su
parte, la medicina privada y las aseguradoras –en EEUU nadie que no tenga un
seguro puede tener acceso a medicamentos y atención- proveyeron del marco legal
para alentar las adicciones. Inicialmente, los miles de adictos fueron
alentados institucionalmente. Después comenzó la epidemia que hoy azota a ese
país.
Pero los principales laboratorios de producción de fentanilo no están en
México, sino en Canadá. Hace unos meses, ante las amenazas de Trump de
incrementar los aranceles a ese país, el gobierno desmanteló, al menos, un gran
laboratorio que tenía años produciendo fentanilo para surtir los mercados de adicciones
de Estados Unidos y de Canadá, mientras en nuestro país, el gobierno no niega
el trasiego y la producción de pastillas de fentanilo, pero los combate
activamente. Y en Estados Unidos, además de no tener una política de salud
pública, lo que afectaría los negocios de farmacéuticas, aseguradoras y médicos
privados, nada se dice de los carteles y de quienes distribuyen internamente miles
de drogas a millones de adictos de ese país.
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