El caso de Mafer Turrent, encarcelada y liberada, es ejemplo de los
vínculos entre el poder económico y el judicial en México. Si se supone que es
un asunto político –la 4T quiere dominar al Poder Judicial- mienten. Acorde con
La Jornada –en ningún periódico de la
prensa corporativa golpista se publicó- hay una mafia corrupta de hombres que
han construido, con apoyo del Poder Judicial, un marco para su actuación y para
golpear a mujeres e hijos/as que denuncian la violencia machista. El
patriarcado no es una entelequia. Existe y teje corruptas y violentas redes,
con la finalidad de golpear, jurídica y físicamente, a las mujeres. La
violencia machista patriarcal inventa cualquier mentira, con el apoyo de corruptos
del Poder Judicial y de las fiscalías locales, para humillar a las mujeres. Es
hora de denunciar y luchar.
La postura de la secretaria de la Mujeres del gobierno de la presidenta
de México, ha sido fundamental para desactivar y denunciar algunas arbitrariedades,
pero tiene limitaciones importantes. Es necesario que esa instancia
gubernamental se convierta en bastión de las mujeres; su mediación es
fundamental, pero también debe ser más activa, no solo en acompañamiento,
también en denuncias y seguimientos de casos. Por ejemplo, haría bien la
titular en entrenar a personas funcionarias que estuvieran monitoreando todos
los días a todos los estados del país, incluida la CDMX, con la finalidad de
anticiparse a la violencia contra las mujeres. Urge tener un padrón de agresores
de mujeres. Igualmente, la violencia vicaria es un asunto a reconsiderar. Que hombres
o mujeres –conozco casos de mujeres- inciten a sus hijos a odiar a sus madres o
padres, debe ser un delito grave.
Como quiera, la violencia en contra de las mujeres tiene un contexto más
amplio: la violencia patriarcal. En otro lado he planteado que hombres y
mujeres educamos a las mujeres para que sean objetos –sexuales, de abuso,
humillación, desvalorizadas, etc.-, pero es un mecanismo de poder y dominación
del patriarcado. En muchas marchas de las mujeres, las feministas arengan con “va
a caer”, refiriéndose al colapso del patriarcado, pero mientras sigamos
viviendo en el capitalismo, el patriarcado no va a caer. Por ejemplo, en los
medios se celebra el machismo y el papel del hombre poderoso y dominador. El arribo
de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, no solo implica que un
macho blanco anglosajón protestante gobierne al imperio, sino que el
patriarcado se enseñoree en contra, tanto de la diversidad sexual como en
contra de las mujeres. En su primer mandato, la Suprema Corte de ese país
revirtió el derecho al aborto de las mujeres, pero no solo eso: revirtió un
derecho para favorecer al patriarcado.
En México, la SCJN ha hablado claro: las legislaciones estatales tienen que
cambiar para dar paso al derecho de las mujeres a abortar. Hasta ahora ha
habido cambios en muchos estados del país, pero debería de quedar claro que se trata
de los derechos reproductivos de las mujeres, no solo a abortar. Asimismo, las
mujeres tienen derecho a vivir una vida sin violencia. En mi corta, pero larga
vida, he conocido hombres que le imponen a las mujeres la maternidad. Si el
primer embarazo produce una mujer, se presiona para buscar al varón, sin
considerar que las mujeres tienen derechos sobre su cuerpo y pueden tomar
decisiones. Muchas mujeres aceptan estas decisiones patriarcales como si fueran
“naturales”, pero en realidad es parte de los procesos de dominación y poder
del patriarcado. A cuántos hombres he escuchado decir que las hijas son “producto
para caballero”, en clara alusión machista, insultante y patriarcal.
La denuncia de la violencia machista y patriarcal debe ser constante y
continua. La llamada igualdad sustantiva tiene que ser impuesta, ya sea por vía
gubernamental o por la lucha de las mujeres. El patriarcado debe caer, pero
también el capitalismo. La sociedad capitalista puede garantizar ciertos
derechos de las mujeres, pero siempre habrá alguien –Trump- que los revierta.
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