Es importante recordar que la desaparición forzada fue un hecho que el
PRI realizó con entusiasmo durante sus casi 70 años de gobierno, práctica
oprobiosa que el PAN elevó a máxima de la política de guerra que el asesino
Felipe Calderón, con su narcofuncionario favorito, Genaro García Luna, ejerció
sin remordimientos. Las ejecuciones sumarias o a escala menor –el caso del Tec
de Monterrey es el más infame-, las desapariciones forzadas, donde el Estado
mexicano y la delincuencia organizada tuvieron un papel central, los
desplazamientos, los feminicidios, la criminalización de los jóvenes, eran un
simple daño colateral, lo que muestra el desprecio del PRIAN por los mexicanos
y la humanidad.
Con todo, para la derecha parece que esa historia de vilezas no cuenta. Hoy
pretenden que las desapariciones forzadas son culpa de los gobiernos de la 4T,
cuando se sabe que AMLO y Claudia Sheinbaum, jamás han ordenado u ordenarían
hechos tan infames. El lavatorio de pies, en el que un jerarca de la Iglesia
católica realizó ese acto simbólico de la tradición judeo-cristiana, que
muestra la humildad de quien puso las bases de la religión judeo-cristiana, tanto
a las madres buscadoras como a los migrantes, refleja sin ambages la
politización y el uso carroñero de las víctimas y sus familiares.
En este sentido, no hay duda de que censura no hay. Tampoco que la
derecha, en su afán de denostar, golpear, minimizar, humillar a una presidenta
de la República que ha dado muestras de entereza, fuerza moral y autoridad
política, sigue hundiéndose en sus propios miasmas. Asimismo, tenemos que
recordar, por enésima ocasión, que X y otras redes sociales, son en realidades
paralelas, porque los hashtags que denostan a AMLO y Claudia Sheinbaum, no son
reales, son parte de campañas pagadas, con miles de bots que residen en países
extranjeros, no de cuentas orgánicas. Los últimos números, que sitúan a la
presidenta de México con más de 80% de aprobación, muestran la realidad cotidiana,
no la de las redes sociales cargadas de odio.
Sin duda, Teuchitlán mostró claramente varias situaciones: el uso
político y golpeteo de la izquierda buenaondita y la derecha –convergencia nada
extraña en un México sobresaltado, sobre todo por los aranceles y las amenazas
de Trump-, la filtración de un lugar que el año pasado fue asegurado, pero que
la Fiscalía y el gobernador de Jalisco ocultaron, la visibilización de las
familias buscadoras que, hay que decirlo, no han recibido el apoyo que el
gobierno de la 4T debería darle, y un debate que resume odios y apoyos, lo que
refleja la politización, el uso carroñero, la revictimización y el desprecio de
la derecha por la verdad.
Ahora bien, Teuchitlán es un caso real. La FGR tendrá que aclarar lo que
los familiares de desaparecidos denunciaron en su momento, pero que consientan
el uso de su drama cae en la propaganda política golpeadora. Por ejemplo,
exigen que renuncien todos los funcionarios que no los han atendido, pero
adueñarse de posiciones en el aparato gubernamental, no implica que sus casos
se resuelvan ipso facto. Buena parte de sus tragedias, deben ser atendidas por
las fiscalías locales –lo que la ONU y la CIDH parecen no comprender-, las
cuales deben ser increpadas y ser exigidas sus renuncias, pero olvidan que el PRIAN
les dio autonomía, políticamente interesada.
Teuchitlán no es el único caso. Han sido descubiertas miles de fosas
clandestinas y lugares en los que se han encontrado cientos de infamias. Como el
caso de un rancho del exgobernador Francisco García Cabeza de Vaca de Tamaulipas,
quien dice que fue objeto de una campaña de AMLO en su contra, mientras las
evidencias en su contra se acumulan. García Cabeza de Vaca no es un perseguido
político, es un político del PAN, corrupto, saqueador, ligado a la delincuencia
organizada. Las familias buscadoras de sus desaparecidos, tienen una fe férrea,
pues fueron educadas en el catolicismo, pero no ignoren que la Iglesia católica
las usa políticamente.
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