martes, 23 de septiembre de 2025

Violencia en las aulas mexicanas

 

La violencia en las aulas, de distinto nivel educativo en México, no es nueva. Lo ocurrido recientemente en un CCH de la UNAM, es escandaloso por el impacto mediático que se está generando. No minimizo el problema que implicó que un estudiante llegara al plantel universitario a atacar a otro estudiante, hasta matarlo, lo que incluso, al parecer difundió en sus redes sociales, sino que es parte de un problema que está presente en la escuela mexicana: bullying, acoso –entre estudiantes y docentes a alumnas, entre otros casos-, maltrato, violencia en general, que no son atendidos por las autoridades, menos por los docentes, quienes saben qué pasa en sus aulas y en sus instituciones. Aunque los medios corporativos golpistas muchas veces no recogen lo que pasa en otras instancias educativas, a veces hay situaciones que trascienden o la gente se entera de situaciones graves o que son ignoradas por las autoridades educativas y docentes, a pesar de que la violencia sucede ante sus ojos. También, hay que decirlo sin ambages: hay padres y madres cuyos hijos e hijas ejercen violencia en contra de otros/as estudiantes, sin hacer nada al respecto.

Diversos estudios concluyen que la violencia en las aulas, es parte de la violencia doméstica. No en un sentido causa-efecto, pero si como parte de un contexto en el que prevalecen diversas formas de violencia doméstica y en las aulas. Uno de los problemas es que, tanto en la familia como en las instituciones educativas, el problema no es dimensionado como un grave problema. No acostumbro personalizar mis notas, pero este escribano fue objeto de bullying y acoso, tanto en la escuela primaria, secundaria como en el bachillerato, pero, a pesar de mis denuncias, jamás fue atendido el asunto. En el bachillerato más bien fue acoso, sin tanta violencia, pero violencia al fin. Entonces, nada nuevo en la mediatización de lo sucedido en el CCH de la UNAM. La cuestión es pasar de la mediatización a una atención real de las problemáticas que suceden en las escuelas, de cualquier nivel educativo. No se si el problema tenga que ver con “problemas mentales”, lo que creo que es más complejo, pues en algunos medios se ha intentado dar salida a esta situación con el campo de los problemas mentales, pero el agresor requerirá de una evaluación puntual.

Ahora bien, no se trata de que el agresor sea evaluado acorde con ciertos instrumentos psiquiátricos y psicológicos, y se concluya que sus “fantasmas mentales”, como en Estados Unidos, en casos similares, lo llevaron a la agresión mortal. En México, debemos insistir en las raíces de la violencia y sus contextos colectivos. Si en la familia la violencia doméstica es generalizada, algunos niños, niñas y adolescentes, suelen reproducir algunas situaciones relacionadas con esos tipos de violencia. En procesos sociales, como antropólogo e historiador lo planteo, no hay univocidad causa-efecto, pero es necesario analizar contextos y situaciones que surgen en la familia, además de sus implicaciones en otros lugares. La violencia no es unívoca, no proviene de contextos únicos, menos de situaciones únicas.

La violencia es parte de contextos sociales, económicos e ideológicos determinados. No es que el agresor responda solo a esas determinantes, pero sí de situaciones individuales y colectivas en las que la vida individual es insoportable, explosiva, y la respuesta sea la agresión asesina. No hay duda que el agresor tendrá que enfrentar a sus fantasmas en la cárcel, pero debería ser cuestionado por agredir a un compañero de manera frontal. Intentó suicidarse, pero solo se fracturó sus piernas. Es el momento de repensar qué está haciendo la familia con adolescentes que agreden de esta manera a compañeros. Porque no es solo un asunto familiar, sino también individual y colectivo. Individual porque la respuesta del agresor es individual y es urgente analizar. Colectivo, porque es necesario analizar su contexto social, no solo familiar. En Estados Unidos, las agresiones individuales son catalogadas como mentalmente motivadas por individuos, pero se niega el contexto. Es necesario que, en México, se analice de modo diferente. Los agresores no son solo individuos, son parte de comunidades y familias en las que algo sucede.

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