miércoles, 26 de junio de 2013

Reforma migratoria y seguridad

Los entusiastas que ven con ojos más que positivos la iniciativa de reforma migratoria actualmente en discusión en el Senado de Estados Unidos, no vislumbran los alcances de la misma. No se trata nada más de un camino a la legalización de más de once millones de indocumentados, sino también de un nuevo instrumento de seguridad.
El lunes, el Senado de ese país apoyó una enmienda para aumentar la seguridad en la frontera México-Estados Unidos. Con ello, prácticamente aseguró el número de votos necesarios para su aprobación en esa cámara. Más dinero, más agentes fronterizos, para reforzar una frontera que molesta sobremanera a los republicanos y el Tea Party.
He ahí la reforma migratoria de sentido común a la que aludió el presidente Obama en su alocución del sábado pasado. Una iniciativa que le viene bien ante la crisis que enfrenta su gobierno por las revelaciones de Edward Snowden de espionaje masivo, mientras la Corte marcial contra el soldado que entregó información a WikiLeaks avanza.
La enmienda aprobada, coincide con el señalamiento de Antonio González, influyente latino estadounidense, hijo de inmigrantes mexicanos: la reforma migratoria acrecentará el control fronterizo y criminalizará a los indocumentados que no califiquen. Efectivamente, el camino a la ciudadanía tiene múltiples obstáculos que podrían ser adversos.
Quienes apoyan esta reforma migratoria, argumentan que el camino a la ciudadanía implica el reconocimiento de millones de indocumentados, pero su salida de la clandestinidad podría significar mayor vulnerabilidad, pues no hay garantía de que su solicitud para la residencia legal y ciudadanía prospere sin mayores problemas.
Si los solicitantes no cumplen con los requisitos; si su solicitud es rechazada por faltas; si después de obtener el estatus en espera violentan alguna disposición local o federal, entre otras situaciones hipotéticas, sería más fácil someterlos y deportarlos por la más mínima falta administrativa. El camino a la criminalización es simple.
Ahora bien, en el Senado la aprobación de la iniciativa es un hecho. El siguiente paso es la Cámara de Representantes. Antes de echar las campanas al vuelo, es importante considerar que en esta instancia los republicanos tienen mayoría; los miembros del Tea Party ya tienen su propia iniciativa, mucho más severa. La enmienda recién aprobada es una concesión.
No es mi pretensión resaltar las posibles implicaciones adversas de la iniciativa, pero es necesario hacer una revisión menos entusiasta. En realidad, solamente la legalización de los estudiantes que fueron llevados de niños a Estados Unidos, y el limitado programa de trabajadores huéspedes, forman parte de la agenda pro-inmigrante.
Sin duda la iniciativa representa un camino a la ciudadanía, pero quizás un 20 o 30 por ciento de los indocumentados lo consiga. El otro elemento, quizás el más ominoso, es su fondo: ha sido diseñada como nuevo instrumento para la seguridad. El control fronterizo juega el papel fundamental en esta estrategia.
A la estrategia tradicional de seguridad, el espionaje electrónico masivo, como forma novedosa de control, podría agregarse el cierre físico, vigilado por miles de agentes y tecnología de punta, de la frontera México-Estados Unidos. Mientras, el gobierno mexicano observa desde el centro del país.
La reforma migratoria como estrategia de seguridad, es otra forma ominosa de sometimiento de un país que se ha convertido en expulsor, tránsito y residencia temporal o permanente de miles de migrantes que vienen del sur. Asegurar la frontera México-Estados Unidos, es mostrar al vecino lo que tendría que hacer en su propia frontera sur.
Si bien el gobierno mexicano ha hecho algunos cambios (reforma de la Ley de Migración), los cuales han endurecido el tránsito y estancia de los migrantes que vienen del sur, respecto a la política de seguridad de Estados Unidos, México todavía tendría que hacer más para compaginar con nuestro vecino del norte, lo que es condenable.
Asimismo, la reforma migratoria reivindica el hecho de que la inmigración en Estados Unidos es un asunto doméstico y un problema de seguridad. A pesar de las evidencias de que es un asunto bilateral, los estadounidenses están decidiendo quién entra, quién se queda y quién es expulsado bajo sospecha de criminalidad.
Los votos de los republicanos marcarán la diferencia; las concesiones que el gobierno de Obama y los demócratas concedan, serán fundamentales. A menos de que el presidente de Estados Unidos use un poder especial, presente en la Constitución de ese país, la batalla en la Cámara de Representantes se prevé ruda y difícil.
Obviedades. 1. La suciedad panista sigue. Investigaciones periodísticas de MVS, Reporte Índigo, Reforma, sugieren que el ex gobernador de Aguascalientes, su familia y subordinados, hicieron un trabajo que en nada enaltece al PAN: corrupción, abuso de poder, lavado de dinero, y lo que se agregue. 2. En el caso de los dreamers, de más de 500 mil solicitudes aceptadas, a mayo de este año fueron aprobadas 365 mil 237. Acorde con la oficina encargada del proceso, por país de origen, la mayoría de las solicitudes corresponden, primero, a México, seguido por El Salvador, Honduras, Guatemala y Perú; en cuanto al lugar de residencia de los solicitantes, primero está California, enseguida Texas, Nueva York, Illinois y Florida. 3. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso de Estados Unidos (CBO, siglas en inglés), la inmigración indocumentada se reduciría un 25 por ciento de aprobarse la iniciativa de reforma migratoria en los próximos diez años, mientras el déficit público tendría una reducción neta por 175 mil millones de dólares en una década. 4. Según la OCDE, México es primer lugar en deserción escolar entre jóvenes de quince a 18 años, además de que ocupa el tercer lugar con jóvenes que ni estudian ni trabajan (“ninis”), y es el país en el que el “premio que otorga el mercado laboral a una mayor educación es menor”. 5. En cifras del Pew Hispanic Center, en 2011, de los 51.9 millones de latinos en Estados Unidos, los de origen mexicano sumaron 33.5 millones, 64.6 por ciento del total. Este grupo también tiene la edad media más baja (25 años), en tanto los cubanos, por ejemplo, tienen la más alta (40 años), pero más venezolanos tienen grado universitario, respecto a otros latinos (51 por ciento), y los argentinos tienen el más alto ingreso medio anual (55 mil dólares).

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