La derecha mexicana tiene una agenda política e ideológica bastante
creativa. No pasa un día en la que inventan nuevos términos y realidades
alternas, a los que rellenan de supuestos argumentos que reivindican su
proclividad a torcer la ley. En diferentes momentos, la derecha gritó “la ley
es la ley”, en distintos escenarios. Las marchas rosas fueron operadas para
vociferar “el INE no se toca”, “el Poder Judicial no se toca” y, en general, a
todos y todo aquello que les favorece y que usan para oponerse a gobiernos
democráticos o para derrocar a gobiernos progresistas. Hoy, la retórica de la
“la ley es la ley” está muy activa de nuevo: de la llamada
“sobrerrepresentación” llegan a intentar violar la Constitución exigiendo
evitar el “letrismo”, es decir, piden al INE y al TEPJF no respetar la Carta
Magna, porque lo que señala es simple “letrismo”. Exigen “interpretar” lo que la
Constitución establece de acuerdo a sus intereses partidistas, políticos, elitistas
y oligárquicos les interesa.
Si bien, la derecha mexicana puede presumir “creatividad”, el relleno de
los términos y realidades alternas que promueven, son mentiras, vacíos
argumentativos, simples exigencias ideológicas y políticas para sus intereses.
En pasadas elecciones, nunca objetaron lo que la Constitución establece sobre
la asignación de diputados, pues les favorecía. Hoy que esa disposición
constitucional no favorece sus intenciones y la de las elites y oligarcas que
la financian, exigen que no se le otorgue a Morena y sus aliados PT y PVEM, lo
que constitucionalmente les corresponde. Y la derecha miente cuando dice que la
coalición Sigamos haciendo historia al haber obtenido solo 54% de los votos
quiere quedarse con el 75% del Congreso. Ese criterio no es el que prevalece
para la asignación de las curules. Se usa el porcentaje de votos que los
partidos políticos obtuvieron por distrito electoral. Morena y sus aliados
ganaron en 85% de los distritos, pero ese porcentaje no define el número de curules
que le asignaría, sino lo que cada partido político obtuvo en cada distrito.
Ahora bien, el “letrismo” que ahora aducen los abajofirmantes –la
derecha golpista de nuevo- es una novedosa narrativa derechista para exigir que
se viole la Constitución. No se puede hacer caso a la letra constitucional,
dicen. Solo falta que declaren inconstitucional la Constitución. Recordemos que
el presidente de la República envió una iniciativa para reformar la norma
constitucional electoral que evitaba lo que la derecha llama hoy
sobrerrepresentación, pero fue rechazada por la oposición. Es decir, de haber
sido aprobada esa reforma, la discusión actual quizás estaría en otro polo, y
no en intentar robar diputados y senadores legítimamente ganados por la
coalición Morena-PT-PVEM. Porque no se trata nada más de Morena, sino que, de
hacer caso el INE y el TEPJF del griterío derechista para violar la
Constitución, la coalición Seguimos haciendo historia se vería fuertemente
afectada, mientras la alianza neofascista PRIANRD obtendría más legisladores de
los que realmente obtuvo el 2 de junio. Asimismo, se estaría violentando el
mandato popular, pues claramente millones de mexicanos votaron por el Plan C.
La oposición suele ser “creativa” –AMLO, peligro para México, deriva
autoritaria, narcopresidente, mesías tropical, etc.- con sus epítetos
antidemocráticos, pero solo exhiben el vació de sus intelectuales orgánicos y
partidos políticos que detestan la democracia. Si no obtienen lo que anhelan
–aunque la realidad no les cumpla sus anhelos- arrebatan. En la campaña
electoral de 2006, la derecha amedrentó a los ciudadanos con su perversa
propaganda. Incluso, la hoy autollamada “izquierda verdadera”, se creyó lo del
comunismo y el chavismo-castrismo. En 2012, operó una mafia derechista que
trastocó la votación comprando a manos llenas votos, vendiendo una falsa imagen
televisiva. En 2018 y 2024, los mexicanos dijeron basta. La violencia
propagandística de la derecha es tan evidente, que los ciudadanos decidieron
por sí mismos.
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