No es extraño que un grupo de abajofirmantes del neoliberalismo se asuma
como el único que “si sabe”, que debe de ser “escuchado” y que “tiene la razón”
en diversos temas que atañen a la ciudadanía, el gobierno, el Poder Judicial y,
hoy, la reforma electoral que viene. Un grupo que, en los hechos, fue artífice
de fraudes electorales o que los legitimó. Luis Carlos Ugalde y Lorenzo
Córdova, como titulares del IFE y el INE, respectivamente, operaron los fraudes
electorales de 2006 y 2012, aunque el segundo intentó ser “sutil”, legitimando
la grosera compra de votos que le dio el triunfo a EPN. José Woldenberg, por su
parte, garantizó y legitimó la simulación de Ernesto Zedillo que le entregó al
PAN la presidencia de la República. Son quienes se autoasumen como “los
demócratas”, los únicos que pueden dirimir qué es la democracia y cuál
democracia es la que conviene a los mexicanos.
Sin embargo, revisando una de sus demandas, en la que exigen duplicar el
número de plurinominales, es notable que lo único que proponen es una supuesta
“igualdad” artificial de legisladores para quebrar la mayoría calificada de la
actual coalición que llegó al Congreso de la Unión por la vía electoral y ha
votado a favor de las reformas impulsadas por la presidenta de México. La
representación de las minorías pasó de 100 en 1979 a 200 en 1986, convirtiendo
en un jugoso negocio estas posiciones, las cuales son nombradas por las dirigencias
partidistas; es decir, estos “legisladores” les deben sus privilegiadas curules
a sus líderes, sean de izquierda o de derecha. Los otrora poderosos partidos,
hoy de oposición, reparten curules, acorde con sus particulares intereses, no
porque quienes ocupen esas posiciones sean expertos legisladores, sino porque
les representan lealtades y favores.
Los abajofirmantes, “demócratas” probados, solo buscan proteger sus
privilegios y de sus allegados. No les interesa la democracia, porque los
plurinominales no son electos por los ciudadanos, sino nombrados por las cúpulas
partidistas. Los abajofirmantes le apuestan a seguir mercantilizando la
política, además de asegurar posiciones para oponerse a las iniciativas y
políticas gubernamentales. No hay que olvidar que el PRIAN votó en contra de
las políticas de bienestar; es decir, convertir en constitucionales los
derechos de los ciudadanos a recibir una pensión universal. Preferían que
continuara siendo una dádiva partidista. Durante los gobiernos neoliberales, se
entregaba a los legisladores cuantiosas cantidades de dinero para “gestorías”. Manejaban
millones de pesos para manipular a grupos e individuos, a cambio de apoyos y
migajas, porque muchos de esos “legisladores” se convirtieron en millonarios
operando sus corruptelas.
Sin duda, los “demócratas”, quienes se autoasumen como los que “saben”
que democracia les conviene a los mexicanos, han vivido del presupuesto público
y los privilegios asociados a sus cargos como funcionarios públicos. La reforma
electoral no les interesa. Están defendiendo intereses individuales y de grupo,
no a la ciudadanía. Recién Lorenzo Córdova publicó lo que cree que la reforma
electoral “debe” ser. Resume en cuatro ejes sus intereses y los de su
grupúsculo de “expertos”, quienes fueron funcionarios públicos, se
enriquecieron en los cargos que tuvieron y representan a las elites políticas y
económicas que los promueven. Sus llamados a marchar están patrocinados –no puedo
asegurar que económicamente, pero uso el término para referenciar que al menos
políticamente representan a grupos políticos y económicos de derecha- para
promover una democracia que solamente es para unos pocos. Así como la riqueza
está concentrada en pocas manos, Lorenzo Córdova, Luis Carlos Ugalde, José Woldenberg
y sus amigos, pretenden que la democracia sea de unos pocos.
A los “demócratas” no les importan los ciudadanos, menos su participación
en las decisiones que les importan. Suponen que todo debe ser decidido por
algunas elites. El pueblo no les importa.