En la reunión del G20, la presidenta de México anunció que se reunión
con el hipócrita primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, había sido muy
amigable, pero el mandatario canadiense, quien, según las encuestas podría ir
de salida, traía detrás el ataque de gobernantes de las provincias de su país con
juego sucio. No solo se trataba de denostar a México, sino de pretender sacar
del T-MEC a México, cuando Canadá ni siquiera puede satisfacer el mercado
estadounidense, excepto con su producción de fentanilo, como se ha revelado
recientemente el “hallazgo” de grandes –enormes, que son incomparables con lo
encontrado en México- laboratorios de esa droga sintética que surte, tanto al
mercado canadiense como al de Estados Unidos. Las sociedades canadienses y
estadounidenses, caminan paralelamente en cuanto a adicciones.
Previo a la plática telefónica de la presidenta de México con el
presidente electo Donald Trump, el premier de Canadá se comunicó con Trump y
difundió que había sido una conversación amistosa, pero posteriormente se
reveló que no hubo tal. A diferencia de la conferencia de Claudia Sheinbaum con
Donald Trump, quien posteó en su red social, una verdad y una media verdad, el
encuentro telefónico con Trudeau fue amenazante. En este contexto, uno que otro
gobernador de algunas provincias canadienses, le han ofrecido a Trump “colaborar”
con la deportación de migrantes y con cerrar sus fronteras, lo que
posteriormente fue matizado. En Canadá se ha desatado el terror político y el
caos, lo que se lo quieren cobrar a México, cuando, la presidenta ha recordado
reiteradamente, que Canadá está en el T-MEC porque México intercedió con Trump
para que ese país permaneciera en el acuerdo, pues Trump lo rechazaba.
En Canadá como en Estados Unidos, la inmigración mexicana está presente.
Por supuesto, es incomparable con la presencia histórica y el enraizamiento de
al menos tres generaciones de mexicanos y mexicano-estadounidenses en Estados
Unidos. Asimismo, existen con ambos países sendos tratados para regular la
movilidad laboral por medio de visas para que contingentes de trabajadores
mexicanos, agrícolas y de otras especialidades, anualmente se inserten en los
mercados laborales de la Unión Americana y Canadá. Y a pesar de que se ha
denunciado continuamente que el tratado laboral con Canadá viola derechos
laborales y humanos, el mismo sigue en pie. Por ello es que la hipocresía y
oportunismo de Justin Trudeau y de los gobernadores de las provincias de ese
país son vomitivas. En Estados Unidos, tanto la inmigración indocumentada y
documentada son fundamentales en diversas industrias, pero en Canadá varios
sectores económicos no funcionarían sin la migración laboral documentada.
No hay duda que el trato de Donald Trump a la presidenta de México fue
diferente respecto al primer ministro de Canadá, pero no solo porque es mujer,
pues el presidente electo de Estados Unidos no se distingue por diferencias en
su interacción con hombres y mujeres, sino porque la relación comercial y, en
general, en cuanto a temas migratorios y el trasiego de drogas –fentanilo- es
mucho más importante que con su vecino canadiense. El exabrupto de un
canadiense aludiendo a que se sentía insultado por Trump porque los canadienses
son blancos, no surtió efecto en cuanto a la sumisión que perfila un periodista
canadiense que su país tiene que poner en práctica. México, en palabras de la
presidenta, defenderá su soberanía y exigirá respeto en la relación bilateral.
Por eso, la amenaza de imponer aranceles de 25%, fue respondida con certeza y
precisión: en principio, afectará a los estadounidenses, sin descartar a México.
Y la caída de las acciones de empresas estadounidenses, como General Motors y
otras dos firmas, fue contundente.
La amenaza en México, ante la respuesta puntual, segura y contundente,
no tuvo efectos. El peso se cimbró, pero hoy se situó en 20.38 por dólar, es
decir, no llega la debacle anunciada por la derecha mexicana. México parece
estar manejando al Trumpismo a pesar de las amenazas.