La Organización de los Estados Americanos, un organismo al servicio del
imperio estadounidense, después de actuar como observador de la elección
judicial el 01/06/25, dio su “veredicto” final, aunque el gobierno mexicano,
los 13 millones de mexicanos que votaron y el 80% de los ciudadanos que
respalda a la presidenta de México, no le pidieron “dictaminar” sobre un
proceso electoral que solo les corresponde a los mexicanos valorar y
cuestionar. Como parte de sus labores intervencionistas, respaldadas por
Washington, a la OEA se le “olvida” que la elección del Poder Judicial es constitucional,
y si la respalda o no ese organismo espurio y el imperio, no es importante. Durante
décadas, la soberanía de los países no le importa, tanto a la OEA como a
Estados Unidos.
Según el “veredicto” de la OEA-Washington, el organismo espurio no “recomienda”
a los países Latinoamericanos y del Caribe, “replicar” el modelo mexicano,
porque es “contraproducente”; es decir, el pueblo, los ciudadanos “calladitos
se ven más bonitos”, parafraseando al clásico. La “democracia” está bien en el
imperio, pero es mal vista en el vecino. El ascenso de la derecha y el fascismo
en Estados Unidos, respaldada por el insano voto de WASP, latinos y
afroamericanos, es el modelo a seguir, no que los pueblos latinoamericanos
respalden proyectos progresistas que buscan su bienestar y no el
enriquecimiento de unos pocos. No podía esperarse nada distinto de un organismo
que ha apoyado golpes de estado, facilitado la intervención imperial y
colaborado en el aislamiento y derrocamiento de gobiernos progresistas.
En México, el “veredicto” de la OEA está de más. Es un organismo que no
representa a nuestro país. La elección del Poder Judicial, aunque el exministro
fascista José Remón Cossío afirme que “podría revertirse”, con todas sus
limitaciones, problemas y complejidad, no será detenida por la derecha y los
fascistas mexicanos. En ningún lugar de la Constitución mexicana dice que, si
no votaba un número determinado de mexicanos, entonces no procedía. Tampoco la
normatividad electoral descalifica el “affaire de los acordeones”, porque
además hubo acordeones de todo tipo. Los que hicieron algunos ciudadanos y con
ellos fueron a votar; los que repartieron desde algún poder –las acusaciones en
contra de Morena por supuestamente haber elaborado un acordeón y haberlo repartido
masivamente, no han sido probadas- y los que analistas y youtuberos de
izquierda compartieron, no descalifican la elección.
No cabe duda que la derecha retorcerá la Constitución y las leyes
electorales al presentar sus recursos de anulación, pero no es su histeria
fascistoide lo que hará que las elecciones sean judicializadas y anuladas. La narrativa
escatológica del “líder” de la bancada del PAN en el Senado, Ricardo Anaya, un
delincuente por quien ningún mexicano jamás ha votado, solo aviva el odio y el
desprecio de la derecha por los mexicanos. La OEA, con su “veredicto”, alimenta
el odio derechista en México, no contribuye a debatir un proceso electoral
constitucional, pero muy complejo y con diversos fallos. La polarización en
nuestro país, no tiene su origen en la 4T, sino en la derecha y los fascistas,
cuya narrativa y acciones están llenas de odio y desprecio. Las elites
mexicanas –políticas, partidistas, económicas, empresariales- no abonan a la
democracia. Al contrario, buscan socavarla.
México ha rechazado enérgicamente el “veredicto” de la OEA, porque se
excede en sus atribuciones y busca socavar un proceso electoral legítimo,
constitucional, y que solo compete a los mexicanos. El injerencismo de la
OEA-Washington es insultante. No abona al debate, sino a clamar por la
intervención imperial, descalificando un proceso en el que los mexicanos tienen
plenos derechos para renovar su Poder Judicial. La OEA cumple bien su papel:
descalificar a un país, intentar sabotear un proceso legítimo y abonar al
intervencionismo del imperio.